miércoles, 5 de marzo de 2008

XIV Estación: incidente que la buena educación pudo evitar.

El seis de febrero inició la Cuaresma, un mes después de Epifanía. Asisto a la procesión del segundo Viernes de Cuaresma. Son quince estaciones; en cada lectura se enfatiza todos los sufrimientos que Jesús pasó hasta llegar a la culminación de su sufrimiento: la crucifixión.
Estamos en la XIV Estación. Un coche ha detenido su marcha por respeto a la procesión, pero apenas hemos terminado la lectura y las oraciones y aún no nos hemos disgregado, cuando arranca con prisa casi llevándonos de encuentro. Uno de los congregados en la procesión, algo le dice por la abierta ventana a la conductora, y que yo no alcanzo a escuchar: en ese momento me pareció estar viendo una película muda. Otra persona que iba delante de mí, le da en el trasero un buen golpe al vehículo. La señora detiene la marcha, abre la puerta y pone pie en tierra, enfurecida grita que ¡qué barbaros, que no van en la procesión, den el ejemplo! Que, quién me golpeó el carro. Nadie puso atención a las quejas de la dama y una señora del coro gritaba con mayor fuerza que antes del incidente. Sintiéndose ignorada y creo que llena de vergüenza, también, desandó el camino, abrió la puerta, se sentó, tomó el volante, y hasta el automotor parecía enfurecido.


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La dama del vehículo pudo esperarse a que la procesión terminase y luego deslizarse por el pasaje tranquilamente y no actuar con prepotencia, sólo porque tiene vehículo. También fue de muy mala educación golpearle el coche a la señora, porque que vayamos en una procesión no nos da derecho a actuar de muy mal genio, creernos los dueños del mundo.

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