lunes, 31 de marzo de 2008

La Muerte y la doncella

La Muerte y la doncella. 
Fotografía: Jorge V. F.


La Muerte viene a mi estancia. Quiere que le indique cuál es la mejor forma de morir: dogollada, ahorcada, revolcada por un automotor, a puñaladas, ahogada en la inmensidad marina, de un pistoletazo, de muerte natural o como un loca que se tira al vacío desde el noveno piso.
Y yo le respondo, que en cuál de las una y mil formas de morir no existe el dolor, el vacío que deja uno en los parientes. Si hubiese felicidad en el último instante de nuestra existencia, le digo, todo el mundo quisiera morirse, y el Infierno estaría saturado de almas malditas.
La Muerte queda triste, reflexiva. Venía a llevarme, pero retrocede en su intención. Da un largo suspiro; luego me dice:
-- Satán es tan astuto, que no necesita intervenir para que se destruya la Humanidad: es el ser humano, quien con sus actos lo hace por él.

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