jueves, 26 de noviembre de 2009

¡Cumpleaños feliz!

Este día, Andrea cumple doce años. Como nada, el tiempo ha hecho lo suyo y Andrea se está volviendo toda una señorita, que me sobrepasa un poco el hombro.
Hubo celebración: pizza, bebidas gaseosas y pastel. Estuvieron los padrinos de bautizo, tías, primos, la alcaldesa del municipio y por supuesto, el padre y la madre de Andrea.
Andrea sopló las velas y el pastel que alcanzó para todos y hasta sobró.
(Recuerdo que el día en que nació fue un miércoles y ahora, cuando cumple los doce, jueves. Tiempo después de su nacimiento elaboré una nota y sólo hasta hoy que tengo el blog, la subí a esta página. La nota fue titulada El teatro estaba en sus venas. Aunque en realidad, tenía otro nombre cuando la escribí, preferí titularla de modo diferente, porque el anterior título no acababa por convencerme.)
¡Felicidades Andrea!

jueves, 12 de noviembre de 2009

De cómo la furia y la mala vida se llevaron a "Sansón" al sepulcro

Bombón de dulce de leche.
Fotografía: Elza Guevara

Fue ayer, como faltando un cuarto para las siete de la noche, cerca de la Casa de la Cultura y a unos cuantos pasos de su residencia que, un par de sujetos vestidos de negro le asestaron de entre siete a nueve balazos a "Sansón". Éste era un tipo de cuerpo recio, que doblegaba al CAM y los PNC a pura fuerza bruta. Era poseedor de una fuerza descomunal al estilo Sansón, un cuerpo de ropero y brazos de cangrejo con bíceps vigorosos. Sabía que, una vez abrazando al contendiente con sus brazos-tenazas, al sujeto le era imposible zafarse; lo hacía perder el equilibrio tirándolo al suelo y ya tumbado lo agarraba a puntapié y a pescozada limpios. Sabía, nuevamente, que esa era su fortaleza y la explotaba.
En nombre de la verdad, habrá que decir que ya tenía algunas violaciones en su haber, tráfico de drogas en su espalda. Era un caco consumado y algunos intentos de secuestro no fueron ajenos a su bajeza.
Como dice el refrán: "El que mal anda, mal acaba". Y ésta no fue la excepción, y más de alguno habrá dicho (o pensado) que un bien le hicieron a la sociedad, porque en las estadísticas habrá una violación menos, un secuestro menos, un robo menos y un drogadicto menos.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

La alacridad de la lectura

Iker.
Fotografía: José Gustavo Carranza

Anoche mismo, leyendo ¡Arde, bruja, arde!*, de Abraham Merrit tropecé con dos palabras nuevas para mí: "alacridad" y "condotiero". La primera, por lo dicho en el capítulo 2, "El cuestionario", pensé o supuse que se refería a una persona demasiado molesta para que pueda decirse sea buena compañía: "Me ofrecí a acompañar a Ricori a su casa y, para mi gran sorpresa, aceptó con alacridad". Pero es todo lo contrario, y transcribo, para la correcta interpretación del término (y del texto) lo que el Diccionario de la Real Academia apunta: "f. Alegría y presteza del ánimo para hacer algo". Y del segundo vocablo, alguna vaga idea.
Algo se aprende de las lecturas y por eso, sólo por eso, hay que seguir leyendo.

* Grupo Anaya, S.A., Madrid, España, primera edición 1994, Colección Última Thule, páginas 31 y 37, respectivamente.

Si yo fuera millonario

La ca(Ída) del muro de La Málaga.
Fotografía: René Figueroa

Si yo fuera millonario, frente a esta calamidad, no estuviera apelando al buen corazón de la gente que nada ha sufrido y que nada tiene para dar. Eso sería como succionarle la sabia a una planta y dejarla sin su sangre. Es quitarle el pan de la boca al que vive de su salario; claro, la gente lo hace de todo corazón, porque le conmueven las imágenes de la pobre gente que se quedó sólo con las manos y un par de cadáveres por sepultar. Pero yo no haría eso. Lo principal para mí sería proveer de todo cuanto necesite a una comunidad que ha quedado en el desamparo... y lo haría en persona, con mis empleados, no con la intención de que mi cara se robe la portada de un matutino sino porque estoy conmovido de ver tanta desgracia y pobreza juntas.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Las campanas de la discordia

Campana gorda de la Torre de la Catedral. Toledo, España.
Fotografía: Eduardo Sánchez Butragueño

Eran los años en que la caña de azúcar, el maíz y el cafeto tenían presencia en Antiguo Cuzcatlán. También eran los años en que la gente de otros tiempos venía a escoger el racimo de café, los rojizos granos que generaban su pan de cada día.
Bajo la ceiba veo en mi magín, congrergarse, después de la jornada, a campesinos que cuentan sus cuitas al compañero de surco o de algún espanto que vieron en el ojo de agua cuando llenaba su tecomate. Me imagino verlos con su sombrero, su machete, su pantalón pepeshtiado y su camisa saturada de transpiración.
Eran tiempos en que la iglesia-capilla construida de adobe y zinc, rezaba las jaculatorias al santo de su devoción y Los Inocentes eran inocentes (y aún lo son) de las fiesta en su honor.
Llegó el momento en que la iglesia-capilla tuvo que tumbarse y en su lugar construir una de ladrillo, hierro, grava y cemento. El grave problema era dónde resguardar la campana, mientras al edificio de la fe terminaban por colocarle la última teja. Resulta que, las autoridades eclesiásticas dictaron que debía estar, transitoriamente, en la Basílica el Sagrado Corazón... y des de allá, ya no volvió para conocer su nueva casa.
La actual inquilina, dice don Magno Garay, fue donada por Luis XV*, rey de Francia y de Navarra, y don Wenceslao Montoya** comenta que la donó un rey de España, cuyo nombre perdió vigencia en los sagrados recintos de su memoria.
Don Wesceslao dice que hasta reclamos de parte de nuestra iglesia hubo con la intención de recuperar las antiguas campanas, pero tales reclamos no fructificaron en nada y las que ahora doblan o repican no son las que deberían tañer.
Habría que, con mayor tiempo e investigación, rescatar y difundir lo que hasta por ahora sólo es privilegio de gente que vivió esos momentos y que guarda retazos de historias y del tiempo en su memoria. Sería bueno escuchar la versión de la misma historia, contada por distintas personas y de entre ellas plantear una hipótesis y ofrecer una conclusión... para la buena salud histórica de nuestra gente.

* Bastante improbable si tomamos en cuenta que Luis XV reinó entre 1715 y 1774.
** Bastaría con investigar quién o cuál rey de España donó la campana, o si por el contrario, fue otra persona la donante.