Anoche mismo, leyendo ¡Arde, bruja, arde!*, de Abraham Merrit tropecé con dos palabras nuevas para mí: "alacridad" y "condotiero". La primera, por lo dicho en el capítulo 2, "El cuestionario", pensé o supuse que se refería a una persona demasiado molesta para que pueda decirse sea buena compañía: "Me ofrecí a acompañar a Ricori a su casa y, para mi gran sorpresa, aceptó con alacridad". Pero es todo lo contrario, y transcribo, para la correcta interpretación del término (y del texto) lo que el Diccionario de la Real Academia apunta: "f. Alegría y presteza del ánimo para hacer algo". Y del segundo vocablo, alguna vaga idea.
Algo se aprende de las lecturas y por eso, sólo por eso, hay que seguir leyendo.
* Grupo Anaya, S.A., Madrid, España, primera edición 1994, Colección Última Thule, páginas 31 y 37, respectivamente.
Algo se aprende de las lecturas y por eso, sólo por eso, hay que seguir leyendo.
* Grupo Anaya, S.A., Madrid, España, primera edición 1994, Colección Última Thule, páginas 31 y 37, respectivamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario