viernes, 23 de mayo de 2014

El Doctor en la Convención


El licenciado Edwin Orellana o el "Doctor" (como le dice a todo el mundo y como le decimos a él), en su alocución pronunciada en un hotel capitalino con motivo la septuagésima tercera convención del Club de Leones de Antiguo Cuscatlán. 
Fue un discurso lleno de mensajes que tienen qué ver con el prójimo y de ayuda al planeta. Vale la pena leerlo, para saber cuáles son los objetivos que persigue el Club de Leones; por eso, aquí les dejo el discurso completo.

Hermanos Leones:
La Septuagésima tercera Convención DMD Istmania denominada licenciada Zoila Milagro Navas, da pie para hacer referencia a una persona, ícono del escrutinio político; de un ser humano que ha hecho de la política una herramienta  que traduce su gestión en bienestar para el municipio. Persona, además que, durante tres años consecutivos lleva la vicepresidencia del Club de Leones de Antiguo Cuscatlán. Desde 2011, siempre ha sido el punto de apoyo, el pilar, la base en que descansa nuestro Club.
La unión, la fuerza y la buena voluntad son sinónimos de cordialidad y  esperanza para nuestro prójimo en momentos de desventura. Los Hermanos Leones nos caracterizamos por ser personas llenas de locuras por servir.
Nuestra filosofía de trabajo tiene su fundamento en tres principios evangélicos y uno de concientización al cuido del planeta. Estos pilares son los que sostienen nuestra razón de ser y la enumeración que haré de principio a fin, no significa que el primero sea más importante que los otros tres.
Uno de ellos es el que se refiere al medio ambiente. Con las campañas de reforestación pretendemos  tener un planeta libre de contaminación, inyectándole a nuestro planeta un poco de aire limpio para una mejor calidad de vida nuestra, para intentar sanar del asma que aqueja al planeta.
El siguiente se basa en aquél pasaje bíblico  en el que Jesús, estando en Jerusalén  vecino de la alberca llamada en hebreo Betesda y a la cual todo el mundo judío acudía porque un ángel del Señor bajaba de vez en cuando y removía el agua; y el primero que se metía después de agitarse el agua quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese. Pues resulta que allí  un hombre que contaba en su espalda con treinta y ocho años de enfermedad y que como un demonio dentro de su cuerpo no lograba liberarse de ella. Jesús le preguntó: ¿Quieres curarte? Pero el paralítico sabía que eso  era imposible, ya que cuándo él intentaba sumergirse en las aguas curativas, otro se le había adelantado.
El Maestro, como siempre, no pide, ordena: Levántate, toma tu camilla y anda. Y el que quizás, toda su vida había no había sido dueño de un andar, andó como si todo hubiese sido un mal sueño.
Así, el Club de Leones, no cura, pero facilita su locomoción donando sillas de rueda a los necesitados. No les devuelve el andar a los que la enfermedad ha postrado en su lecho, porque no somos dioses para  hacer milagros; pero en cambio, damos un par de ruedas, que ayuden en gran medida a paliar el sufrimiento de nuestros hermanos.
El otro principio al que nos debemos como Club de Leones, es aquél en que la palabra de Dios habla a través de San Marcos y nos cuenta que llegando Jesús a Betsaida devolvió la vista a un ciego,  imponiéndole las manos y aplicándole un poco de saliva en los ojos. El ciego ya podía ver la luz que tanto tiempo la vida le había negado.
Nosotros no devolvemos la vista a las personas, pero les proporcionamos  anteojos que le ayude a superar su falta de visión.
El último pilar básico de nuestro quehacer filosófico se basa en el milagro  que Jesús hiciera  al tener que alimentar a unas cinco mil personas sólo con un haber de cinco panes y dos peces, que a fuerza de ser sincero, era una miseria con la que contaba en ese momento; pero el Maestro, con su gran misericordia no podía (ni debía) enviar a sus aposentos sin  comer a tanta gente e hizo el milagro que nadie esperaba: la multiplicación de los panes y los peces.
Siguiendo los pasos del Divino Maestro, nosotros como Leones satisfacemos la necesidad de los que no tienen el alimento material. No sé cómo le hacemos, pero multiplicamos los alimentos que necesita el pobre, el desvalido, el que nada tiene en este mundo.
Por eso, nuestro deber es seguir unidos como una familia, como hermanos,  bien unidos en la prosperidad y en la adversidad. Nada debe detenernos en la sagrada misión de servir a nuestros semejantes. Debemos estar siempre atentos a las necesidades más básicas de quién requiere nuestra ayuda y tenderle la mano sin interés alguno. ¡Muchas gracias!