jueves, 20 de marzo de 2008

El arte como duplicación de la realidad



"El vínculo del fenómeno del arte como duplicación
de la realidad ha sido señalada más de alguna vez por la estética.
Desde este punto de vista las leyendas antiguas sobre el nacimiento
de la rima a partir del eco, y el dibujo a partir de la sombra contorneada
están cargadas de un profundo sentido".

Iuri M. Lotman, La Semiósfera III


El artista copia, por partida doble, la vida cotidiana del ser humano: sea éste pintor, escritor, actor o escultor. A veces son retratos pictográficos o escriturales; hay quienes representan el diario vivir de manera histriónica y otros descubren toda una vida palpitante en el mármol de Carrara.
En 1434 Jan van Eyck duplicó la realidad y costumbres de su época en El matrimonio Arnolfini: "En el siglo XV todavía era usual que los novios se administraran a sí mismos el matrimonio, sin contar con la presencia de un sacerdote. Gestos como dextrarum junctio -- la unión de las manos derechas -- y el juramento del novio tenían vigencia legal."1
No le bastó esta duplicación y decidió llevarla a la ficción valiéndose de un espejo (al centro) en el que aparecen de espaldas, un posible testigo y el propio pintor en face.
Rodin bucea en la psicología del novelista Honoré de Balzac y lo esculpe como un enorme feto: Balzac, envuelto en un abrigo. "Nunca antes se había manifestado de modo tan claro que la intención de Rodin no era fijar el aspecto externo del escritor, sino evocar la esencia de su personalidad."2 Sin duda, una duplicación de los rasgos intangibles del escritor.
En Sueño de una noche de verano, de William Shakespeare, los artesanos Nicolás Fondón, Francisco Flauta, Tomás Trompa, Pedro Cuña y Cabal Ñejo, representan (o duplican la vida real) una tragedia, en donde ellos, como actores, ficcionan o transgreden (porque no es su realidad la que están representando) su propia realidad; pero duplican a cabalidad sus yerros idiomáticos y malas actuaciones, que contribuyen a la metamorfosis de la tragedia en comedia.



1 Norbert Schneider, El arte del retrato, p. 33
2 Auguste Rodin, Esculturas y dibujos, p. 69

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