domingo, 2 de marzo de 2008

Un ritual poco ortodoxo

Saliendo de la hora de misa. Fotografía: Memo Vásquez


Hace algunos días me encontré con el P. Patxi. Le pregunté que si no oficiaba misas en la sede de la ONG que él gobierna, y su respuesta fue afirmativa, que los domingos a las cinco y treinta de la tarde.
-- Pues entonces espéreme el domingo, le dije.
-- Lo espero, me respondió.
El domingo veinticuatro asistí. Erámos unos veinticinco feligreses. Correspondió ese día el Evangelio de San Juan, precisamente el que habla sobre Jesús cuando a la samaritana pide agua del pozo de Jacob. Era cerca del mediodía. El Maestro venía cansado de tanto caminar (y predicar) y se sentó en el brocal del pozo para solicitarle agua a la samaritana. Ésta le replicó que cómo era posible que un judío le pidiera agua a una samaritana, si entre ellos no existía buen trato. Jesús le respondió: Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a Él, y Él te daría agua viva.La turbación de la samaritana (anónima, por cierto) fue manifiesta, pues no podía dar crédito a esas palabras porque el pozo era profundo y el solicitante no tenía un depósito con qué sacar agua. Le responde, como siempre, en parábolas: El que bebe de esta agua vuelve a tener sed, pero el que bebe del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él (o ella) en un manantial capaz de dar la vida eterna. Con estas palabras es la samaritana quién termina pidiendo del vital líquido al Maestro.
Ante dicha solicitud, Jesús no puede más que decirle que llame a su marido, y ésta le responde que no tiene marido. El Rabí le contestó: Tienes razón en decir: "No tengo marido". Has tenido cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad.Este texto se caracteriza por la simultaneidad de diálogos (e intenciones): hablando sobre un tema específico, de repente, en medio éste se salta a otro, como el juego de rayuela que, para llegar a la meta se saltan obstáculos.
¿Coincidencia o textos deliberadamente impresos en el misal? Dos lecturas hablan del poder salvífico del agua: la primera y la tercera. Cierto que no he hablado de la segunda lectura, pero basta con decir que la primera es tomada del libro del Éxodo y habla sobre cómo el pueblo de Israel le reclama a Moisés, porque la comunidad entera se está muriendo de sed, y el conglomerado protesta en tono muy severo: ¿Nos has hecho salir de Egipto para hacernos morir de sed a nosotros, a nuestros hijos (e hijas) y a nuestro ganado? Moisés, preocupado porque lo pueden lapidar (linchar o en el peor de los casos, quemar vivo si viviera en la actualidad) clama al Señor con tremenda preocupación, pues por su vida teme, y es el mismo Señor quién le responde: Preséntate al pueblo, llevando contigo a alguno de los ancianos de Israel; toma en tu mano el cayado con que golpeaste el Nilo y vete. Yo estaré ante ti, sobre la peña, en Horeb. Golpea la peña y saldrá de ella agua para que beba el pueblo.Volviendo al tema que nos ocupa, el P. Patxi al terminar la lectura interviene en la exégesis de la Palabra y luego dice que están abiertos los oídos de los demás congregantes para quién quiera verter su comentario sobre el sagrado texto. Algunos comentan, casi la mayoría, y en lo que a mí respecta, digo que Jesús tiene una manera muy sutil de denunciar el pecado al contrario de Juan, su primo, quién lo hace directamente sobre el sujeto y objeto del pecado, sin pelos en la lengua.
Luego, las ofrendas no son alzadas por el sacerdote, sino por dos feligreses. A una persona con idéntico nombre al mío le correspondió alzar las hostias en el momento de la oración, a mí, por mi parte, el vino. Después del Padrenuesto, cada uno tomó su oblea para que coman y luego el P. Patxi pasó el cáliz para que beban.
Un ritual poco ortodoxo, pero con mucha similitud al que Jesús celebró en su última cena.

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