¿Será miopía intelectual que los ediles y las edilas no vean más allá de sus narices y concluyan (o tácitamente le den a entender a la sociedad) que un festival gastronómico, una feria de plantas o un festival de bandas de guerra constituya todo lo que llamamos cultura? ¿O será que a ellos y ellas sólo ese hecho les conviene, porque es más visible y les satisface alguna apetencia narcisista? No quisiera pensar esto, pero no me queda más remedio que hacerlo ante la cruel realidad. Claro, hay algunas autoridades, que son la excepción, pero son contados con los dedos de las manos. Ni licuando a todas estas personas (exceptuando a todos los exceptuados) lograremos sacar un buen jugo.
Que alce la mano aquél que nunca ha dudado. Si hasta el mismo Jesucristo en el momento supremo de su propia agonía lo hizo. A mí las dudas me sirven para reflexionar y encontrar alguna posible verdad. En más de alguna vez (creo) logro acertar.
viernes, 11 de diciembre de 2009
martes, 8 de diciembre de 2009
Citando a David Escobar Galindo
Mientras repaso
las páginas escritas,
me observa, atento,
el Ángel de la Guarda
de la página en blanco.
las páginas escritas,
me observa, atento,
el Ángel de la Guarda
de la página en blanco.
Trasluz (tankas virtuales), Ediciones Thau, Colección Toda la Poesía, primera edición 2006, San Salvador.
lunes, 7 de diciembre de 2009
Manuel (III)
Hoy disfruté de la grata compañía de Manuel. Estaba en casa, y el timbre del celular* me dijo que alguien estaba en la línea. La pantallita, por el contrario, no dio señales de identificación, porque aún no tenía registrado con nombre y apellido el número en cuestión.
(Andrea me dijo, que antes de mi llegada había timbrado, pero que por eso de las extorsiones se había negado a contestar.)
Acordamos tomar un café. Llegó a recogerme. En el camino decidimos qué ruta tomar. El punto era buscar un lugar, entre Jardines de Guadalupe y La Sultana. Vimos La Cantata del Café, y ahí nos estacionamos. Manuel se tomó dos americanos y yo, dos café con leche.
La tertulia estuvo amena. Hablamos de nuestros días de adolescencia en la escuela, de las chicas que en ese momento nos gustaban. Entre ellas salió a colación, Gloria Francisca, una niña pecosita, tez blanca y cabello quebrado, muy linda, por cierto. Hablamos de Isabel, que vivía en El Valle Nuevo, e incluso, de los días blancos y de novias, ahora lejanas.
Por eso y por la agradable compañía, fue una velada estupenda.
Saludos, Manuel.
(Andrea me dijo, que antes de mi llegada había timbrado, pero que por eso de las extorsiones se había negado a contestar.)
Acordamos tomar un café. Llegó a recogerme. En el camino decidimos qué ruta tomar. El punto era buscar un lugar, entre Jardines de Guadalupe y La Sultana. Vimos La Cantata del Café, y ahí nos estacionamos. Manuel se tomó dos americanos y yo, dos café con leche.
La tertulia estuvo amena. Hablamos de nuestros días de adolescencia en la escuela, de las chicas que en ese momento nos gustaban. Entre ellas salió a colación, Gloria Francisca, una niña pecosita, tez blanca y cabello quebrado, muy linda, por cierto. Hablamos de Isabel, que vivía en El Valle Nuevo, e incluso, de los días blancos y de novias, ahora lejanas.
Por eso y por la agradable compañía, fue una velada estupenda.
Saludos, Manuel.
* Ya registré tu número en el celular.
jueves, 26 de noviembre de 2009
¡Cumpleaños feliz!
Este día, Andrea cumple doce años. Como nada, el tiempo ha hecho lo suyo y Andrea se está volviendo toda una señorita, que me sobrepasa un poco el hombro.
Hubo celebración: pizza, bebidas gaseosas y pastel. Estuvieron los padrinos de bautizo, tías, primos, la alcaldesa del municipio y por supuesto, el padre y la madre de Andrea.
Andrea sopló las velas y el pastel que alcanzó para todos y hasta sobró.
(Recuerdo que el día en que nació fue un miércoles y ahora, cuando cumple los doce, jueves. Tiempo después de su nacimiento elaboré una nota y sólo hasta hoy que tengo el blog, la subí a esta página. La nota fue titulada El teatro estaba en sus venas. Aunque en realidad, tenía otro nombre cuando la escribí, preferí titularla de modo diferente, porque el anterior título no acababa por convencerme.)
¡Felicidades Andrea!
Hubo celebración: pizza, bebidas gaseosas y pastel. Estuvieron los padrinos de bautizo, tías, primos, la alcaldesa del municipio y por supuesto, el padre y la madre de Andrea.
Andrea sopló las velas y el pastel que alcanzó para todos y hasta sobró.
(Recuerdo que el día en que nació fue un miércoles y ahora, cuando cumple los doce, jueves. Tiempo después de su nacimiento elaboré una nota y sólo hasta hoy que tengo el blog, la subí a esta página. La nota fue titulada El teatro estaba en sus venas. Aunque en realidad, tenía otro nombre cuando la escribí, preferí titularla de modo diferente, porque el anterior título no acababa por convencerme.)
¡Felicidades Andrea!
jueves, 12 de noviembre de 2009
De cómo la furia y la mala vida se llevaron a "Sansón" al sepulcro
Fue ayer, como faltando un cuarto para las siete de la noche, cerca de la Casa de la Cultura y a unos cuantos pasos de su residencia que, un par de sujetos vestidos de negro le asestaron de entre siete a nueve balazos a "Sansón". Éste era un tipo de cuerpo recio, que doblegaba al CAM y los PNC a pura fuerza bruta. Era poseedor de una fuerza descomunal al estilo Sansón, un cuerpo de ropero y brazos de cangrejo con bíceps vigorosos. Sabía que, una vez abrazando al contendiente con sus brazos-tenazas, al sujeto le era imposible zafarse; lo hacía perder el equilibrio tirándolo al suelo y ya tumbado lo agarraba a puntapié y a pescozada limpios. Sabía, nuevamente, que esa era su fortaleza y la explotaba.
En nombre de la verdad, habrá que decir que ya tenía algunas violaciones en su haber, tráfico de drogas en su espalda. Era un caco consumado y algunos intentos de secuestro no fueron ajenos a su bajeza.
Como dice el refrán: "El que mal anda, mal acaba". Y ésta no fue la excepción, y más de alguno habrá dicho (o pensado) que un bien le hicieron a la sociedad, porque en las estadísticas habrá una violación menos, un secuestro menos, un robo menos y un drogadicto menos.
En nombre de la verdad, habrá que decir que ya tenía algunas violaciones en su haber, tráfico de drogas en su espalda. Era un caco consumado y algunos intentos de secuestro no fueron ajenos a su bajeza.
Como dice el refrán: "El que mal anda, mal acaba". Y ésta no fue la excepción, y más de alguno habrá dicho (o pensado) que un bien le hicieron a la sociedad, porque en las estadísticas habrá una violación menos, un secuestro menos, un robo menos y un drogadicto menos.
miércoles, 11 de noviembre de 2009
La alacridad de la lectura
Anoche mismo, leyendo ¡Arde, bruja, arde!*, de Abraham Merrit tropecé con dos palabras nuevas para mí: "alacridad" y "condotiero". La primera, por lo dicho en el capítulo 2, "El cuestionario", pensé o supuse que se refería a una persona demasiado molesta para que pueda decirse sea buena compañía: "Me ofrecí a acompañar a Ricori a su casa y, para mi gran sorpresa, aceptó con alacridad". Pero es todo lo contrario, y transcribo, para la correcta interpretación del término (y del texto) lo que el Diccionario de la Real Academia apunta: "f. Alegría y presteza del ánimo para hacer algo". Y del segundo vocablo, alguna vaga idea.
Algo se aprende de las lecturas y por eso, sólo por eso, hay que seguir leyendo.
* Grupo Anaya, S.A., Madrid, España, primera edición 1994, Colección Última Thule, páginas 31 y 37, respectivamente.
Algo se aprende de las lecturas y por eso, sólo por eso, hay que seguir leyendo.
* Grupo Anaya, S.A., Madrid, España, primera edición 1994, Colección Última Thule, páginas 31 y 37, respectivamente.
Si yo fuera millonario
Si yo fuera millonario, frente a esta calamidad, no estuviera apelando al buen corazón de la gente que nada ha sufrido y que nada tiene para dar. Eso sería como succionarle la sabia a una planta y dejarla sin su sangre. Es quitarle el pan de la boca al que vive de su salario; claro, la gente lo hace de todo corazón, porque le conmueven las imágenes de la pobre gente que se quedó sólo con las manos y un par de cadáveres por sepultar. Pero yo no haría eso. Lo principal para mí sería proveer de todo cuanto necesite a una comunidad que ha quedado en el desamparo... y lo haría en persona, con mis empleados, no con la intención de que mi cara se robe la portada de un matutino sino porque estoy conmovido de ver tanta desgracia y pobreza juntas.
lunes, 9 de noviembre de 2009
Las campanas de la discordia
Eran los años en que la caña de azúcar, el maíz y el cafeto tenían presencia en Antiguo Cuzcatlán. También eran los años en que la gente de otros tiempos venía a escoger el racimo de café, los rojizos granos que generaban su pan de cada día.
Bajo la ceiba veo en mi magín, congrergarse, después de la jornada, a campesinos que cuentan sus cuitas al compañero de surco o de algún espanto que vieron en el ojo de agua cuando llenaba su tecomate. Me imagino verlos con su sombrero, su machete, su pantalón pepeshtiado y su camisa saturada de transpiración.
Eran tiempos en que la iglesia-capilla construida de adobe y zinc, rezaba las jaculatorias al santo de su devoción y Los Inocentes eran inocentes (y aún lo son) de las fiesta en su honor.
Llegó el momento en que la iglesia-capilla tuvo que tumbarse y en su lugar construir una de ladrillo, hierro, grava y cemento. El grave problema era dónde resguardar la campana, mientras al edificio de la fe terminaban por colocarle la última teja. Resulta que, las autoridades eclesiásticas dictaron que debía estar, transitoriamente, en la Basílica el Sagrado Corazón... y des de allá, ya no volvió para conocer su nueva casa.
La actual inquilina, dice don Magno Garay, fue donada por Luis XV*, rey de Francia y de Navarra, y don Wenceslao Montoya** comenta que la donó un rey de España, cuyo nombre perdió vigencia en los sagrados recintos de su memoria.
Don Wesceslao dice que hasta reclamos de parte de nuestra iglesia hubo con la intención de recuperar las antiguas campanas, pero tales reclamos no fructificaron en nada y las que ahora doblan o repican no son las que deberían tañer.
Habría que, con mayor tiempo e investigación, rescatar y difundir lo que hasta por ahora sólo es privilegio de gente que vivió esos momentos y que guarda retazos de historias y del tiempo en su memoria. Sería bueno escuchar la versión de la misma historia, contada por distintas personas y de entre ellas plantear una hipótesis y ofrecer una conclusión... para la buena salud histórica de nuestra gente.
* Bastante improbable si tomamos en cuenta que Luis XV reinó entre 1715 y 1774.
** Bastaría con investigar quién o cuál rey de España donó la campana, o si por el contrario, fue otra persona la donante.
Bajo la ceiba veo en mi magín, congrergarse, después de la jornada, a campesinos que cuentan sus cuitas al compañero de surco o de algún espanto que vieron en el ojo de agua cuando llenaba su tecomate. Me imagino verlos con su sombrero, su machete, su pantalón pepeshtiado y su camisa saturada de transpiración.
Eran tiempos en que la iglesia-capilla construida de adobe y zinc, rezaba las jaculatorias al santo de su devoción y Los Inocentes eran inocentes (y aún lo son) de las fiesta en su honor.
Llegó el momento en que la iglesia-capilla tuvo que tumbarse y en su lugar construir una de ladrillo, hierro, grava y cemento. El grave problema era dónde resguardar la campana, mientras al edificio de la fe terminaban por colocarle la última teja. Resulta que, las autoridades eclesiásticas dictaron que debía estar, transitoriamente, en la Basílica el Sagrado Corazón... y des de allá, ya no volvió para conocer su nueva casa.
La actual inquilina, dice don Magno Garay, fue donada por Luis XV*, rey de Francia y de Navarra, y don Wenceslao Montoya** comenta que la donó un rey de España, cuyo nombre perdió vigencia en los sagrados recintos de su memoria.
Don Wesceslao dice que hasta reclamos de parte de nuestra iglesia hubo con la intención de recuperar las antiguas campanas, pero tales reclamos no fructificaron en nada y las que ahora doblan o repican no son las que deberían tañer.
Habría que, con mayor tiempo e investigación, rescatar y difundir lo que hasta por ahora sólo es privilegio de gente que vivió esos momentos y que guarda retazos de historias y del tiempo en su memoria. Sería bueno escuchar la versión de la misma historia, contada por distintas personas y de entre ellas plantear una hipótesis y ofrecer una conclusión... para la buena salud histórica de nuestra gente.
* Bastante improbable si tomamos en cuenta que Luis XV reinó entre 1715 y 1774.
** Bastaría con investigar quién o cuál rey de España donó la campana, o si por el contrario, fue otra persona la donante.
jueves, 29 de octubre de 2009
Arrepentimiento
...Porque el arrepentimiento implica una promesa interna, no conmigo mismo sino con mi real ser. Quiere decir entonces, no caer nuevamente en pecado.
Si falto, he roto mi juramento; o sea pues, que a cada instante, por cada promesa quebrantada he faltado a mi más alto deber.
Si me arrepiento, mi promesa será: "¡No romperé mi juramento otra vez!"
Si falto, he roto mi juramento; o sea pues, que a cada instante, por cada promesa quebrantada he faltado a mi más alto deber.
Si me arrepiento, mi promesa será: "¡No romperé mi juramento otra vez!"
martes, 27 de octubre de 2009
Renunciación
A la renunciación se llega por la privación. ¿Privación de qué? Privación de lo menos vital, de aquello que esté demás en tu sagrada existencia.
La renunciación debe estar ligada a la religión... Porque la religión es un nuevo sistema de vida, de conversión íntegra, de renovación en su máximo exponente.
Llega pues, a la renunciación, despojándote de todo lo inmundo que densifique tu espíritu.
La renunciación debe estar ligada a la religión... Porque la religión es un nuevo sistema de vida, de conversión íntegra, de renovación en su máximo exponente.
Llega pues, a la renunciación, despojándote de todo lo inmundo que densifique tu espíritu.
miércoles, 21 de octubre de 2009
Campo(santo)pecador
Ahora (y siempre) que se avecina el Día de los Difuntos y que le antecede el Día de los Santos, me he preguntado por qué a los cementerios les llaman camposantos. Y mi respuesta ha sido que no existe ninguna razón para llamarlos así, porque realmente, bajo paladas de tierra no hay ningún santo. Debería llamárseles campopecador, porque pecadores son los que la tierra guarda en sus entrañas y no santos. Los santos están en el cielo, y antes de que esa categoría divina cubriera sus yertos cuerpos fueron pecadores. A algunos hombres y mujeres, que guardan compostura en los cementerios, la Iglesia, se encargó, tiempo después, de elevarlos a los altares.
Silencio y soledad
Calló el silencio y quiso acompañarme la soledad. Pero ahí estabas tú, y tus palabras fueron como un bálsamo en las heridas que me dejó un amor ya distante.
Ese texto que no vi, pero que escuché y ese aliento tuyo, muy tuyo impulsaron a mi barca a puerto seguro.
El naufragio que quiso y no pudo ser quedó atrás. Y si ese aliento es tuyo, muy tuyo, tú eres mía, muy mía.
Ese texto que no vi, pero que escuché y ese aliento tuyo, muy tuyo impulsaron a mi barca a puerto seguro.
El naufragio que quiso y no pudo ser quedó atrás. Y si ese aliento es tuyo, muy tuyo, tú eres mía, muy mía.
Miércoles 10 de octubre de 2009, 7:34 p.m.
viernes, 9 de octubre de 2009
Jaculatoria a la mirada
Eterna mirada la que tienes, mujer enamorada, de ángel escondido tras la hierba en las vegas de Dios. Mirada de mujer gozosa de la vida, plena de tus montes donde mana leche y mana miel.
Tu sensualidad perturba a cualquiera que ose mirar y tocar tu cabello color azabache.
Mirada hermosa la que tú tienes, mujer de los ojos festivos. Amo esa mirada que cae en mis ojos y en mi piel, y me olvido de quién soy, por los siglos de los siglos. Amén
Tu sensualidad perturba a cualquiera que ose mirar y tocar tu cabello color azabache.
Mirada hermosa la que tú tienes, mujer de los ojos festivos. Amo esa mirada que cae en mis ojos y en mi piel, y me olvido de quién soy, por los siglos de los siglos. Amén
miércoles, 7 de octubre de 2009
Los santos
Fotografía: Juan José García
Los ahora santos, quizás nunca fueron tan santos. Hay un halo de prestigio creado a partir de los eclesiásticos que los conocieron y del santoral, escrito por autores de gran valía. A esto habría que agregar, el rosario de milagros que en vida obraron o que habiendo pisado los recintos de la Muerte no dejaron de hacer. La vox pópuli añade y mitifica hechos que quizá nunca sucedieron, pero que ayudan al ahora santo a cubrirlo de un prestigio insospechado, que en vida, creo, quizá nunca soñó tener en su espalda.
Ahora, arriba o abajo o dónde esté, ignora el prestigio con el que está envuelta su difunta humanidad, de hombre bueno, justo, caritativo con su prójimo; pero en verdad, sólo él sabrá si fue un hombre caritativo con su prójimo, justo, bueno.
Ahora, arriba o abajo o dónde esté, ignora el prestigio con el que está envuelta su difunta humanidad, de hombre bueno, justo, caritativo con su prójimo; pero en verdad, sólo él sabrá si fue un hombre caritativo con su prójimo, justo, bueno.
Voluntad...
Hay dos estados mentales que quisiera mencionar: la pereza, que también es un pecado y la voluntad. La pereza pone trampas a nuestras aspiraciones y debilita el espíritu. Por el contrario, con la voluntad, que llena de optimismo nuestro corazón nos hace pisar los montes de la gloria.
* * *
Admirable es aquél hombre o mujer que pisa los linderos del triunfo y de la libertad. Sólo él o ella, contemplando las hondonadas de donde vino, sabe que el optimismo, la humildad y la voluntad le ayudaron a cumplir sus metas.
* * *
Sólo la voluntad nos ayuda a cruzar los caminos del amor, del sacrificio y del dolor. Si no, ¿cómo es que Cristo soportó la crucifixión? Porque la Voluntad del Padre y la de Él eran una sola, que contribuyó para las Escrituras se cumpliesen.
Para la profesora Sandra Molina
martes, 29 de septiembre de 2009
Citando a Yukio Mishima
Para mí este es un diario falso, aunque ningún ser humano puede llegar a ser tan honesto que se convierta en una persona completamente falsa.
Sed de amor, p. 27, Luis de Caralt Editor, S.A., Barcelona, España, tercera edición 1972
viernes, 4 de septiembre de 2009
La sandalia del pescador
Dignas de alabanzas son aquellos almas (mujeres y hombres) que dedican la vida entera a poner el pan en boca de los pobres, a curarles las heridas del espíritu, a darle la mano al caído, a perfumarle las llagas al enfermo.
Dichosas esas almas (hombres y mujeres) que creen en Dios, sin que de Él tengan una mínima evidencia entre sus manos, sólo la lectura de la Vulgata, y eso les basta para decir: "Señor, yo creo en Ti, en la respiración del mar que es tu aliento, en la hoja que movió tu mano y en la luz del Sol que baña los campos de la Tierra."
Y eso, eso les basta para saber que Dios está ahí, con ellos y para siempre.
Dichosas esas almas (hombres y mujeres) que creen en Dios, sin que de Él tengan una mínima evidencia entre sus manos, sólo la lectura de la Vulgata, y eso les basta para decir: "Señor, yo creo en Ti, en la respiración del mar que es tu aliento, en la hoja que movió tu mano y en la luz del Sol que baña los campos de la Tierra."
Y eso, eso les basta para saber que Dios está ahí, con ellos y para siempre.
jueves, 3 de septiembre de 2009
Bodegón
Esta es otra de las pinturas que tengo en proceso. Un par de manzanas, acompañada de hortensias y sus hojas. Avanzada en un sesenta por ciento, ya tiene un cariz de buena salud.
Soy un pintor en ciernes, que quiere aprender a dominar las diversas técnicas pictóricas; pero claro, esto requiere de mucho tiempo, talento (aún no sé si lo tendré) y de dedicación. Por el momento, hago el intento con el escaso tiempo que saco después de la agotadora jornada que colma de alimentos la boca de mi familia y la mía. Ejercitándome (y que hoy, por hoy llamamos ensayo y error) con los pinceles y los tubos de pintura, espero superar lo que por el momento en el lienzo sólo se trata de una torpe y burda obra pictórica.
Soy un pintor en ciernes, que quiere aprender a dominar las diversas técnicas pictóricas; pero claro, esto requiere de mucho tiempo, talento (aún no sé si lo tendré) y de dedicación. Por el momento, hago el intento con el escaso tiempo que saco después de la agotadora jornada que colma de alimentos la boca de mi familia y la mía. Ejercitándome (y que hoy, por hoy llamamos ensayo y error) con los pinceles y los tubos de pintura, espero superar lo que por el momento en el lienzo sólo se trata de una torpe y burda obra pictórica.
Citando a Mario Benedetti
Eran la once y media y me acordé de Dios, de mi antigua esperanza de que acaso existiera. No quise rezar, por estricta honradez. Se reza ante aquello en que se cree verdaderamente. Yo no puedo creer verdaderamente en él. Sólo tengo la esperanza de que exista. Después me di cuenta de que yo no rezaba sólo para ver si mi honradez lo conmovía. Y entonces recé. Una oración aplastante, llena de escrúpulos, brutal, una oración como para que no quedasen dudas de que yo no quería ni podía adularlo, una oración a mano armada.
Montevideanos, "Sábado de Gloria", Editorial Planeta Argentina/Seix Barra, septiembre 2000, p. 23
martes, 1 de septiembre de 2009
Jesús atado al pilar de los azotes
lunes, 31 de agosto de 2009
"H" y "h": Hospital y hélice
Cierto es, que mi madre, cuando era chico, cayó en cama porque dos enfermedades tocaron a su puerta: el bocio y la anemia. Fue inquilina del Hospital Rosales por mucho tiempo y entre exámenes médicos y transfusiones sanguíneas un día, al fin, fue llevada al quirófano para extirparle la glándula tiroidea, que había crecido del tamaño de una pelota de tenis. Nosotros, mi hermano y yo, la visitábamos cada domingo, día de visita, y comprábamos unos helicópteros artesanales hechos de desperdicios de envases de sueros. Era todo una maravilla jugar con esos helicópteros, cuya hélice estaba conectada a un pedazo de cánamo y cuando lo jalábanos, era la magia de nuestros años que nos hacía asombrarnos del fácil mecanismo giratorio de la hélice.
Los años han pasado y ahora que lo recuerdo, fue un tiempo feliz, nunca triste, porque no dimensioné nunca qué era estar separado (aunque lo vivía en carne propia) de la madre ni sabía de las preocupaciones que aconjojan a los adultos. ¡Tiempos felices aquellos!
Los años han pasado y ahora que lo recuerdo, fue un tiempo feliz, nunca triste, porque no dimensioné nunca qué era estar separado (aunque lo vivía en carne propia) de la madre ni sabía de las preocupaciones que aconjojan a los adultos. ¡Tiempos felices aquellos!
lunes, 24 de agosto de 2009
El pitero-tamborilero, don Santos Quevedo
Fotografía: Juan Manuel Pérez
Don Santos Quevedo era bajito, calvo y tuerto. Que yo recuerde nunca usó zapatos, aunque su hijo Félix me afirma lo contrario.
"De San Pedro Perulapán se vinieron buscando mejores oportunidades de trabajo, "me responde Félix a la interrogante de cómo y porqué llegaron a Antiguo Cuzcatlán.
-- Según entiendo, Félix, aquí había empleo en las fincas todo el tiempo: abonar los plantíos de café, hoyar, sembrar, podar los árboles que dan sombra al cafeto, cortar café,...
-- Sí, año con año venían mi papá, mi mamá y Sixto, mi hermano mayor, y poco a poco el trabajo-necesidad, los obligó a quedarse.
Religiosamente, por las tardes, lo veía pasar frente a mi casa y de pronto, en la suya, se armaba todo un carnaval con el pito, el tambor y un montón de "viejos" enmascarados: allí había diablos, mujeres panzonas con caras de bruja y monstruos de dientes descomunales. Luego salía la recua de "viejos" hacia la alborada, acompañada del vecindario de cipotes y de don Santos Quevedo a la inversa del Flautista de Hamelin.
La primera alborada salía del Plan de La Laguna, de donde mi padrino Marco Tulio. Yo iba por la horchata, el marquesote y el pito de barro. Los "viejos" bailaban al son del pito y el tambor: asustaba a los niños que creen en todo lo que ven, a las mujeres desprevenidas que de todo se asustan; a mí, no eran ellos sino los petardos de vara ¡pom, pom! Las alboradas finalizaban en la víspera festiva de Los Santos Niños Inocentes.
Guardo en la memoria el momento en que don Santos Quevedo y su familia dejaron de ser mis vecinos, pero no supe qué derrotero tomaron.
Las alboradas siguieron año tras año, pero ya no con don Santos Quevedo que era un señor bajito, calvo y tuerto, sino con un hombre cuyo nombre y rostro no logro identificar en mis recuerdos. Muchos años después, Félix me comentó que don Santos había vendido sus instrumentos musicales y máscaras rituales a alguien que él tampoco recuerda.
(El pito y el tambor perdieron presencia en las alboradas. Ahora un carro sonoro con la grabación del Torito pinto las acompaña, y unos "viejos" que ya no asustan a los niños, porque no creen en todo lo que ven ni a las mujeres que de todo hacían un bien elaborado jaleo, y mucho menos a mí los petardos de vara ¡pom, pom!, pues con los años acumulados en mi espalda ya sumé valor contra el miedo.)
Pocos meses antes de la ofensiva "Hasta el tope" y después de ciento dos días de hospital, muere don Santos Quevedo y con él la cultura del pitero-tamborilero y de los "viejos" enmascarados. Murió don Santos, y la vida cultural en Antiguo Cuzcatlán feneció de golpe, sin mayores aspavientos que las voces amigas dictando a coro la sentencia del funeral.
viernes, 21 de agosto de 2009
La fonda de don Damián (y IV)
Fotografía: Juan Pablo Valenzuela
SEGUNDA ESCENA
Un pesebre habitado por animales fieles al hombre. Una luz brillante irradiadesde el centro: un Rey ha nacido. María y José lo contemplan. Los ángeles, uno en cada flanco. Se aparecen tres ilustres visitantes.
MELCHOR. Hemos visto el firmamento parpadear y todas las estrellas dormirse de sopetón, pero hubo una, la mayor, la más fulgurante que jamás lo hizo, y tras ella no hemos dejado dormir nuestro sueño: conocer al Rey.
GASPAR. El Rey que será el Señor de señores.
BALTASAR. Y un rey que será el mejor y mayor de todos los reyes del mundo.
MELCHOR. Un Rey con poderes sobrenaturales, que resucitará a los que no tengan vida.
GASPAR. Que restablecerá la salud del que no la tenga.
BALTASAR. A los cojos hará caminar.
MARÍA. Bienvenidos Reyes de Oriente.
JOSÉ. ¡Qué la paz sea con ustedes!
Melchor se arrodilla.
MELCHOR. Te ofrezco Niño-Dios, este cofrecito de mirra, para que tus penas y tristezas sean bendecidas por Nuestro Padre Eterno.
Lo coloca a la derecha del Niño-Dios y se levanta: Llega el turno de Gaspar para arrodillarse.
GASPAR. Te entrego Rey de reyes, este cofrecito de incienso, para que en tu hogar siempre bendito, nunca desfallezca la fe.
Coloca el cofrecito al lado izquierdo del pesebre y se levanta. Se arrodilla Baltasar.
BALTASAR. Este cofrecito deoro telo entrego con la convicción de que el pan nunca faltará en tu mesa. Benditos tu padre y tu madre, que han ofrecido con tu nacimiento la salvación de la Humanidad entera. Bendito tú, que has nacido en la pobreza, para enseñarnos que la verdadera riqueza habita en el corazón del hombre.
Se levanta. Aparece un coro de ángeles e interpreta un villancico. Luego los angelitos de Dios se reúnen en círculo y uno deellos propone jugar a las bombas y a las adivinanzas.
ÁNGEL TOMÁS. Juguemos a las bombas y a las adivinanzas.
ÁNGEL CARMENCITA. Sí, sí, juguemos a las bombas y a las adivinanzas.
ÁNGEL DOMINGO. Sí, sí, juguemos.
ÁNGEL ÁMILI. Comienzo yo:
¿Quién es, quién es, no sé,
el niño que nació en Belén,
cuyos padres, María y José,
para llegar a su destino,
no abordaron ni siquiera un tren?
ÁNGEL MARCO ALFREDO. Juan sin Miedo.
ÁNGEL MARÍA. ¡Uuuuy! ¿Y ése quién es?
ÁNGEL MARCO ALFREDO. Es un vaquero de paquín, que lee mi padre; muy valiente, por cierto.
ÁNGEL ÁMILI. ¡No!
ÁNGEL SANTIAGO. El Jorobado de Nuestra Señora de París.
ÁNGEL ÁMILI. ¡No! Deduzco que no han leído el Nuevo testamento.
ÁNGEL JUAN. Si no son ellos, entonces es el niño expósito que encontró en el establo de don Jorge la niña Chole.
ÁNGEL JUDAS. Yo no soy, no molestés ángel Juan.
ÁNGEL JUANITA. ¿Y entonces quién?
ÁNGEL ÁMILI. ¿Se dan por vencido?
Todos en coro responden que sí.
ÁNGEL ÁMILI. El Niño Jesús, más conocido como Niño-Dios.
ÁNGEL JUANITA. ¡Ah, si estaba bien fácil! Ahora les digo una yo:
¿Quién es, quién es,
el rey Herodes que ordenó
el rey Herodes que ordenó
la matanza de los Inocentes?
ÁNGEL ESPERANZA. El rey Herodes, obvio.
ÁNGEL ADONAI. ¿Y quién fue el que me dijo que: "Protege a los buenos, castiga a los malos?" (Camina muy rígido y con ambas manos en posición de las agujas del reloj, indicando las tres de la tarde.) ¿Quién fue, quién fue? Y los Inocentes, ¿acaso no eran malos?
ÁNGEL GABRIELA. Esa es "La Momia Blanca", de Titanes en el Ring.
ÁNGEL ADONAI. ¡Ah, bueno, entonces es mala información la que me dieron!
ÁNGEL ANDREA. ¿Quiénes fueron los Reyes que del Oriente vinieron y de un solo ofrecieron sus tesoros al Rey de Reyes?
ÁNGEL ADONAI. Ali Babá y los cuarenta ladrones.
ÁNGEL ANDREA. ¿Cómo se te ocurre ángel Adonai, decir semenjante bobería?
ÁNGEL ADONAI. ¿Y qué no traían tesoros y muchísimo dinero, pues?
ÁNGEL ANDREA. Sí, pero no son ellos.
ÁNGEL JUDAS. Si no eran ellos, entonces uno quizá era Donald Trump.
ÁNGEL ANDREA. ¡Tampoco!
ÁNGEL JUDAS. Entonces, ¿quiénes son?
ÁNGEL ANDREA. Los Reyes Magos: Melchor, Gaspar y Baltasar.
ÁNGEL JUANITA. ¡Qué fácil estaba!
Ha terminado el juego delas adivinanzas. Se escucha un villancico. José saca del pesebre al Niño-Dios y lo alza con ambas manos, como ofreciendola sangre deJesús a la Humanidad. Todos caminan hacia el frente acompañando a la Víctima Pascual.
jueves, 13 de agosto de 2009
Venancio y su gracia
Fotografía: José M. Pantaleón I.
El copetón es el mismo cheje o pájaro carpintero. Venancio Rodríguez, en cierta ocasión, que de una bomba llevamos cantaradas de agua para la construcción del puente "Caricias," les dijo a mis compañeros que yo era un "Copetón." Y pocos compañeros le siguieron la guasa. Algunos, creo, me defendieron de tan insidiosas palabras, porque era nuevo en la escuela y mi persona no supuraba (ni supura) mala leche. Entre ellos, sin mal no recuerdo, estaban Abrahám y Lichi, hermanos que no se parecían en nada en su actitud: mientras que el primero era callado y un poco tímido, el segundo hablaba hasta por los codos y molestaba más que tres personas juntas.
El pobre Venancio, como tenía muy mala dentadura, le apostó a ahorrar una buena suma de colones para ponerse un puente, y fue tan mal trabajo que, cuando sus dientes pretendían arrancar un pedazo de caña, éstos quedaban asidos a la rolliza vara; así que mejor ni comerla. Quedan muchos recuerdos en el tintero; otro día, en la medida que la meroria me los dicte, los iré escribiendo.
"Pájaro Loco"
Del quinto al noveno grados, hubo otro compañero que llevó con suma paciencia y buen gusto en su espalda, el alias de "Pájaro Loco"* (Woody Woodpecker). A él sí, creo adivinarle el por qué se ganó el sobrenombre del dibujo animado que creó Walter Lantz. A fuerza de ser sincero, si la infiel memoria no me falla, era bastante alocado, casi llegando a comediante. Esto otro, la memoria lo cree recodar, pero que está muy a tono con el personaje. Al parecer tenía una manera muy singular para hablar: era un poco tartajo y hablaba muy rápido. Creo que por eso, con propiedad, se ganó alias de "Pájaro Loco."
* En este momento no recuerdo (tampoco parece a pie juntilla, que lo recordaré) ni cómo se llamaba el susodicho compañero .
Manuel (II)
(Museo de América)
Fotografía: Luis García
Aún ignoro el por qué a Manuel, algunas veces le llamaban "Casco". Ahora que lo pienso, Manuel, ni siquiera tenía (ni tiene) la cabeza parecida a un casco, para que algún "chistoso" le haya nombrado por tan ofensivo y semejante remoquete. Los alias, en la adolescencia, son pletóricos, gracejos e imaginativos; otros, por el contrario, son acres que lastiman la autoestima de quien lo lleva a cuestas.
Ahora que lo pienso, Manuel, ¿por qué te decían así? Queda pendiente aún, preguntárselo en vivo, en directo y en persona.
miércoles, 12 de agosto de 2009
El teatro estaba en sus venas
Fotografía: Pablo Blanco
Veintiséis de noviembre de mil novecientos noventa y siete. La serpiente de asfalto, levemente húmeda por la escasa tormenta del invierno ido se sacudía la piel con el rodar de las llantas.
Caminaba frente a la “Torre Roble”, en Metrocentro. Mi destino era el Hospital Materno Infantil Primero de Mayo, y como tenía tiempo de sobra, no me caía mal un ligero estiro de piernas hasta el nosocomio.
Ese día marqué con insistencia el 271-1166. Una voz al otro extremo me respondía: Se encuentra en sala de partos. Algunas veces la informante era más histriónica: Está en sala de partos; no lo puede tener la pobre. Casi al final de la tarde me convencí de que la empleada no necesitaba estudiar teatro, porque ya lo traía en la sangre: No lo puede tener: cesárea le van a practicar, ¡pobrecita!
Como a eso de las seis de la tarde llegué a Información y pregunté por quién tenía que preguntar. Mi interlocutora (con señales evidentes de juventud jubilada) haciendo suya mi angustia – aunque mi preocupación andaba de vacaciones: ¡eh, ahí, la gran farsa de la persona que tenía frente a mis ojos --, abrazó en su hipócrita corazón la pena que no sentía, exclamando con voz quejumbrosa: ¡No lo pudo tener, cesárea le hicieron a la pobrecita!
Más tarde pude observar que el teatro no era gratuito. Gente con ingenua bondad cayó en la trampa, dándole algún obsequio como gesto de agradecimiento por haber hecho suyo un dolor ajeno.
Luego vino la confusión mental, cuando una enfermera entró a sala de partos gritando el nombre dado por nosotros y nadie había respondido al de María Teresa. Sólo entonces me llegó la preocupación, acompañada de un racimo de interrogantes: ¿Cómo es posible que no tengan control de las pacientes que ingresan a sala de partos? Aunque no quería pensar en la fatalidad, el cerebro me ordenó: ¿Habrá fallecido, y los médicos no se enteraban o estará el forense ejecutando su rutina diaria ahora que la tarde lanzaba su último aliento? ¡No puede ser!, me decía a mí mismo para inyectarme ánimos.
Ante la insistencia de querer ingresar al Hospital, uno de los porteros llamó telefónicamente a la encargada de turno, para decirle que tal persona no se encontraba y que todo el día había permanecido en sala de partos.
Con nombre en mano, se ordenó a varias enfermeras la búsqueda de mi consorte. Una de ellas, al fin, regresó con la noticia: Está en sala de recuperación, por la anestesia, porque le practicaron cesárea. Dentro de pocos minutos la van a sacar.
El corazón volvió a su lugar y sólo entonces, la inquietud se marchó quién sabe adónde.
La espera terminó como a eso de las diez de la noche, cuando la traían del fondo de la sala. Antes de entrar al ascensor tuve la oportunidad de acariciarle la frente y apretarle suavemente la mano.
- ¿Qué tuvo Tete? – le preguntó Jaime, esposo de Jeannette, que ahí estaba también.
Como si el aire se le fuera a escapar por un momento, haciendo supremos esfuerzos lo retuvo y pronunció suavemente: Niña.
Cumplido el deseo de mi esposa, ambos por primera vez, nos estrenábamos en ser madre y padre y con una oración agradecí a Dios por la oportunidad que nos dio de firmar con nuestra sangre la vida de Andrea María.
Caminaba frente a la “Torre Roble”, en Metrocentro. Mi destino era el Hospital Materno Infantil Primero de Mayo, y como tenía tiempo de sobra, no me caía mal un ligero estiro de piernas hasta el nosocomio.
Ese día marqué con insistencia el 271-1166. Una voz al otro extremo me respondía: Se encuentra en sala de partos. Algunas veces la informante era más histriónica: Está en sala de partos; no lo puede tener la pobre. Casi al final de la tarde me convencí de que la empleada no necesitaba estudiar teatro, porque ya lo traía en la sangre: No lo puede tener: cesárea le van a practicar, ¡pobrecita!
Como a eso de las seis de la tarde llegué a Información y pregunté por quién tenía que preguntar. Mi interlocutora (con señales evidentes de juventud jubilada) haciendo suya mi angustia – aunque mi preocupación andaba de vacaciones: ¡eh, ahí, la gran farsa de la persona que tenía frente a mis ojos --, abrazó en su hipócrita corazón la pena que no sentía, exclamando con voz quejumbrosa: ¡No lo pudo tener, cesárea le hicieron a la pobrecita!
Más tarde pude observar que el teatro no era gratuito. Gente con ingenua bondad cayó en la trampa, dándole algún obsequio como gesto de agradecimiento por haber hecho suyo un dolor ajeno.
Luego vino la confusión mental, cuando una enfermera entró a sala de partos gritando el nombre dado por nosotros y nadie había respondido al de María Teresa. Sólo entonces me llegó la preocupación, acompañada de un racimo de interrogantes: ¿Cómo es posible que no tengan control de las pacientes que ingresan a sala de partos? Aunque no quería pensar en la fatalidad, el cerebro me ordenó: ¿Habrá fallecido, y los médicos no se enteraban o estará el forense ejecutando su rutina diaria ahora que la tarde lanzaba su último aliento? ¡No puede ser!, me decía a mí mismo para inyectarme ánimos.
Ante la insistencia de querer ingresar al Hospital, uno de los porteros llamó telefónicamente a la encargada de turno, para decirle que tal persona no se encontraba y que todo el día había permanecido en sala de partos.
Con nombre en mano, se ordenó a varias enfermeras la búsqueda de mi consorte. Una de ellas, al fin, regresó con la noticia: Está en sala de recuperación, por la anestesia, porque le practicaron cesárea. Dentro de pocos minutos la van a sacar.
El corazón volvió a su lugar y sólo entonces, la inquietud se marchó quién sabe adónde.
La espera terminó como a eso de las diez de la noche, cuando la traían del fondo de la sala. Antes de entrar al ascensor tuve la oportunidad de acariciarle la frente y apretarle suavemente la mano.
- ¿Qué tuvo Tete? – le preguntó Jaime, esposo de Jeannette, que ahí estaba también.
Como si el aire se le fuera a escapar por un momento, haciendo supremos esfuerzos lo retuvo y pronunció suavemente: Niña.
Cumplido el deseo de mi esposa, ambos por primera vez, nos estrenábamos en ser madre y padre y con una oración agradecí a Dios por la oportunidad que nos dio de firmar con nuestra sangre la vida de Andrea María.
martes, 11 de agosto de 2009
Nulas exigencias
Fotografía: Diego Peláez
Era un viejo, que se había plantado frente a la Casa de Gobierno exigiendo mayor atención para los adultos mayores, menor costo a la canasta básica y cero homicidios en su colonia.
Demandaba también, que las autoridades inventaran sin dilación la vacuna contra las gripe A(H1 - N1). Es cierto, decía, que somos un país tercermundista, pero eso no avala que los fondos no lleguen íntegros a su destino. "La corrupción es el opio de los pueblos", decía, parafreseando a Carlos Marx. "Ustedes, los políticos, no tienen derecho a robarse los dineros del pueblo, corruptos miserables."
Y había llegado más lejos en defensa de su pueblo. Se había hecho tatuar todo el cuerpo y hasta la cara, todo, por defender a los mareros, que también eran hijos de Dios y de la Patria; por lo tanto, en vez de perseguirlos, ofrézcanles educación, alimentación, trabajo y un buen salario, sinverguenzas sin oficio.
No me iré hasta que mis peticiones sean cumplidas y el propio jefe de gobierno dé la cara a mis exigencias. De no hacerlo, me quitaré la vida del modo japonés. "Señor Presidente: Tiene doce segundos para que yo pueda ver su fea cara; de no hacerlo, usted cargará con mi muerte y llevará esta pena hasta la hora de su muerte y entonces ya será demasiado tarde."
Cumplido el duodécimo segundo, las cámaras de televisión y los fotoperiodistas captaban las imágenes de un viejo que, con un puñal de veinticinco centímetros se abría el vientre. Éstos querían captar la mejor imagen en movimiento y aquéllos, el mejor ángulo (y la luz) del viejo que moría practicándose el haraquiri.
El señor Presidente escuchó todo lo que tenía que oír a través del megáfono que el viejo agarraba con pasión y después, sólo después de pronunciada la última palabra por el anciano, le dijo a su secretario: "Ve y dile que con gusto puede matarse, que ahorita estoy en pleno ejercicio de mis funciones maritales y no puedo atender a nadie. Es más, un viejo menos, es centavo adicional que guardaré en mis bolsillos."
-- Señor, ¿y todo esto le digo?
-- No, no, qué vergüenza: dile que me duele el pelo, que me excuse por favor.
lunes, 10 de agosto de 2009
Manuel
Fotografía: Simone Sattler
Manuel me contó que su padre se cambió de equipo: que ya no juega entre los vivos, porque se puso la camiseta de los muertos. Que su padre, antes de morir, vendió el terreno y la casa familiar. Que su familia se cansó de la monotonía del país y se fue a fabricar sueños a Estados Unidos. Que ha quedado solo, sin vínculo sanguíneo de papá y mamá, pero acompañado de la familia que él y su esposa, juntos, han creado.
Ya se rompió, con la venta del terreno y la casa paterna, el vínculo que lo unía a la parcela donde nació y ahora, los lazos sanguíneos de padre y madre han viajado lejos, a la "Fábrica de los Sueños," para tener y vivir una vida en abundancia. ¡Qué triste debe ser estar lejos de la sangre y qué alegría, vivir cerca de la nuestra!
Ya se rompió, con la venta del terreno y la casa paterna, el vínculo que lo unía a la parcela donde nació y ahora, los lazos sanguíneos de padre y madre han viajado lejos, a la "Fábrica de los Sueños," para tener y vivir una vida en abundancia. ¡Qué triste debe ser estar lejos de la sangre y qué alegría, vivir cerca de la nuestra!
Para Manuel López
Domingo 09/08/2009, 10:30 p.m.
domingo, 9 de agosto de 2009
Los viejos amigos se encuentran
Fotografía: Salvador Bertenbreiter
Hoy por la mañana, al despertarme, tuve un sentimiento de culpa: estuve de vacaciones y no visité a mis parientas. Pude recordar con claridad los días estudiantiles del tercer ciclo de educación básica. Cómo olvidar a Carlos Tobar, a Manuel Molina, a Venancio Rodríguez, a Memo Monge, a Pablo Hernández, a Dora Alicia Hernández, a Reina Élida Hernández, a Manuel López. Memo, Pablo, Dora y Reina venían del cantón Jayuca; Carlos y los dos Manuel, del El Valle Nuevo y Venancio, de El Jiote. Manuel López y yo nos diputábamos siempre el primer lugar del curso. En sexto y séptimo grados le arrebaté literalmente el primer lugar, porque él se los llevaba toda la vida; el octavo grado si ya dediqué mis energías adolescente más a la broma que al estudio, y pude, arañando, obtener el tercer lugar. En noveno grado, ya ni se diga: ni primero ni segundo, ni tercer lugar. Todos los primeros lugares de la educación básica se los acreditó Manuel López. Era justo y necesario, era el más dedicado, y yo, ya no era ni la sombra de lo que fui.
Pues de éste último quiero hablar, de Manuel López. Tenía añales de no verle y, de repente, cuando iba para el sepermercado, de un vehículo, que a su vez fue disminuyendo la marcha hasta estacionarse unos metros más adelanre, escuché el claxon. El conductor bajó del coche y para mi sorpresa era Manuel López. Nos fundimos en un fuerte y cálido abrazo. Le comenté que iba para el supermercado y, de paso, le dije que me acompañara a un café; aceptó gustosamente. Hablamos, como era de esperarse, de nuestros tiempos de estudiante; de los compañeros que en su mayoría viven en Estados Unidos; de Reina Élida que se introdujo en el hábito de monja, pero luego al cual renunció. Nunca supo Manuel y mucho meno yo, el por qué abandonó las vestiduras de Dios. De seguro, decidió servir a Dios desde otro modo de vida, que también es válido y requiere mucho valor: el matrimonio. Pero son conjeturas, porque la verdad la sabré el día en que, primero Dios, la vuelva a ver. Ojalá y así sea y luego le comento a Manuel, si es que él no se ha encontrado con ella antes que mí.
Ha sido una tarde muy agradable en compañía de Manuel López. Nos despedimos, y tanto él como yo, esperamos un día tener mayor tiempo para conversar y recordar los tiempos idos.
Para Manuel López, que con telepatía, lo convoqué a esta reunión.
sábado, 8 de agosto de 2009
Los libros de Historia
El reverso de la Historia.
Fotografía: Ángel Pineda
Fotografía: Ángel Pineda
Porque esa manía de perpetuarse en el poder ya no cabe en estos tiempos. Los libros de Historia ya no quieren guardar en su seno más folios malhechos escritos con golpes de estado, con sangre, con engaños, con muerte. Los libros de Historia se están volviendo mamotretos que la gente aborrece con razón: ya no debieran registrarse hechos que sólo consiguen alzar al protagonista (que es lo que quiere) en un pedestal que ni por méritos merece, muchos menos por probidad. De todas maneras, los políticos, de la Historia no aprenden nunca. Entonces, ¿de qué sirve tanto hecho anotado con sangre?
A los políticos nadie los traga (sólo sus amados discípulos), pero ni con agua, porque hieden a corrupción, a juego sucio.
El Tiempo y la Historia los juzgarán, aunque ya quizás, ni en ella caben.
jueves, 6 de agosto de 2009
La pálida luna
Fotografía: Juan Ramón Rodríguez Sosa
Veo la palida luna alzarse sobre la torre del campanario. Sin duda, en franca competencia con la moderna estructura de Los Santos Niños Inocentes. La retina guardará con celo estas imágenes y la mano, algún día, espera copiarlas fielmente en un lienzo.
miércoles, 5 de agosto de 2009
Monumento a la desgracia
Hay obras que nunca debieron ingresar a la categotría de literarias. Por su facilidad de lectura, por su nada compleja trama, porque no ofrecen un salto cualitativo (léase intelectual) en la mente del lector, por su predecible desenlace. Literatura light, que pretende ser monumento, y sin duda lo será, pero un monumento a la desgracia.
Después de la guerra, la gloria
Fotografía: Cinthya De anda
Eran mis manos adolescentes las que un día, en cuerpo de mujer otoñal se quedaron mudas, y fue ella quién, precisamente me ayudara a que estas mismas manos hablaran frenéticamente con un disparo de gloria y cayera exhausto después de la guerra.
martes, 4 de agosto de 2009
Don Adrián
Fotografía: Víctor Nuño
Don Adrián es un viejo amigo. Digo viejo, no por la edad (aunque ya tiene los años suficientes para llamarlo así, sin que mis palabras tengan un tinte peyorativo) sino porque siento como que ya lo conociera desde hace mucho tiempo. Me cuenta que vivió mucho tiempo en Estado Unidos y que luego, hará unos tres o cuatro años se regresó no sé por qué. Es bajito como un alfiler y los años ya pesan en su espalda. Se dedica a hacer moldulas, bastidores y está intentando pintar. Digo "está intentando pintar", porque al igual que a mí, nos falta mucho para que un día digamos con nuestra gran boca "pintamos." Un día el profesor GerberPolío, muy serio y en broma le dijo que ya tenía que pintar cuadros de mayor formato. Y don Adrián me comenta que va a elaborar un bastidor de mayores dimensiones para pintan aún no sabe qué, y yo le digo que está bien, que lo haga.
Don Adrían es un persona muy callada, que muy difícilmente va comentar a alguien sus cuitas y me dice que sólo conmigo habla y ha hecho amistad en el curso de Pintura. Honor que me hace don Adrián, digo.
Celebración
Fotografía: Memo Vásquéz
El domingo mismo fuimos con mi hermano a Míster Donut a celebrar mi cumpleaños: una taza de café con semita él y una taza de café con quesadillan yo. Más con intenciones de estrechar los lazos sanguíneos, que festejar mi natalicio creo, porque nosotros así lo hacemos y lo entendemos. La intención cuenta y el motivo o la razón para el festejo nada más es una excusa para acercarnos y conversar sobre temas de los que casi no hablamos: la familia, el trabajo, mi padre, mi madre...
Mi cumpleaños no lo celebré a lo grande. Tampoco reclamo a mis parientes el por qué se les olvidó tan importante (para mí) fecha y no me felicitó. Creo que cada uno lo celebra en su corazón y eso basta.
Mi cumpleaños no lo celebré a lo grande. Tampoco reclamo a mis parientes el por qué se les olvidó tan importante (para mí) fecha y no me felicitó. Creo que cada uno lo celebra en su corazón y eso basta.
lunes, 3 de agosto de 2009
Una fecha que no es y un nombre que quiso y no fue
Fotografía: Luis Miguel López Góngora
Mi nacimiento biológico fue ayer, pero civilmente nací hoy. Y todo porque mi padre, que era (digo era, porque ahora, hombre converso tiene a Dios como Dios y el dedo índice de Éste, listo para la reprimenda) muy adicto al lúpulo y a la lija (la cerveza y el aguardiente), el dos andaba en nupcias con ésta y con aquél y pensó, que como era día laboral y no fue a la alcadía a registrame, tendría, como era lógico, de una multa por pagar; pero como siempre, para una enfermedad hay una medicina y para cada problema hay un artificio que aplicar, se dijo que al manifestar ante la funcionaria que mi nacimiento había tenido lugar el tres de agosto, Día del Comercio y asueto remunerado, no incurriría en tal pena, y así fue, porque mi nacimiento quedó registrado el tres y no el dos, como debería ser.
Otro de los aspectos (cómicos, diría yo) en torno a mi nacimiento, es que por haber nacido en una fecha cercana al día del Divino Salvador del Mundo, patrono de El Salvador, me llamarían Salvador. Ahora pienso y digo: ¡Qué feo: me llamarían Chamba! (Chamba, yo lo escribiría con uve y no con be labial, porque de este modo conserva la "v" del nombre original; además, chamba en El Salvador, también le damos el cambio semántico de trabajo, empleo.)
Otro de los aspectos (cómicos, diría yo) en torno a mi nacimiento, es que por haber nacido en una fecha cercana al día del Divino Salvador del Mundo, patrono de El Salvador, me llamarían Salvador. Ahora pienso y digo: ¡Qué feo: me llamarían Chamba! (Chamba, yo lo escribiría con uve y no con be labial, porque de este modo conserva la "v" del nombre original; además, chamba en El Salvador, también le damos el cambio semántico de trabajo, empleo.)
Bueno, en fin, no sé a quién de los dos, si a mi padre o a mi madre se le ocurrió inscribirme y luego bautizarme como Julio César, que sí es un nombre con el me siento muy a mis anchas.
martes, 28 de julio de 2009
Frank
Francisco González estudió Leyes en la universidad de los jesuitas. Siendo un niño su madre le regaló La Biblia del niño y, en sus horas de sueño se devoró a Jesús junto a sus doce apóstoles. Fue entonces, que la pasión por la lectura se lo comió a él; ya no pudo parar y por más que quería detener su pasión bibliogrófaga (de comerse a cuanto ser humano estuviese escrito en papel: Adso de Melk, Jean-Baptiste Grenouille y muchos más) ya no pudo (y no puede) ver a los libros como folios encuadernados sino como un banquete de sibarita.
Estudiando con los jesuitas tuvo contacto con Jorge Galán, que lo guio por el camino del cuento. Tiene escritas varias narraciones, las cuales aún no han visto luz pública; son buenas como el pan y tienen un sabor a misterio.
Me menciona el título y autores, que algunas veces desconozco y yo le menciono otras que tampoco él las ha leído. Ambos nos hartamos del pan, que casi nadie está dispuesto a probar.
Galindo
Fotografía: Miguel Perdiguero.
No hay nada que el poeta no sienta
ni nada que al vate no lo abata:es un dolor, una pena que lo ata
ante esta escaramuza cruenta.
No existe nada que en la cuenta
deje de apuntar en su caminata,
porque no es premura que lo ata
sino ejercicio en esta guerra cruenta.
Y siempre, con el fusil de su pluma,
desde la trinchera de su escritorio,
escribió, habló profetizando paz.
Por vocación, sople o no la bruma,
o deje sentirse el ángel mortuorio,
este poeta siempre predica paz.
Para David Escobar Galindo
Antiguo Cuzcatlán, mayo 16 de 1993
sábado, 25 de julio de 2009
Piezas literarias (casi) olvidadas
Los siguientes textos forman parte del trabajo ganador en el Primer Certamen Nacional por la Paz y La Reconciliación al que la Fuerza Armada convocó, luego del cese al fuego el 16 de enero de 1992. El poemario que se alzó con el primer lugar, en la categoría aficionado, lleva por título "De La Piedad a la Paz", y estas dos piezas literarias son muestra de semejante título: La luz herida: ...Es aquella luz/ que cae herida/ante el misterio/ de la reconciliación:/verdad innegable/del amor, de la fe,/de la esperanza. Y el siguiente: ¿Qué es la paz? Una ráfaga/de armonía/disparada*/en mi Patria.
Ambos fueron escritos en junio de 1993, el primero el 03 y el segundo, el 25, en Antiguo Cuzcatlán.
* En el trabajo ganador dice "desparramada"; posteriormente, por razones de imagen le cambié a "disparada," tal y como lo escribo ahora.
martes, 14 de julio de 2009
Citando a Francisco Nieva
"Señora, en mi calidad de doctor, certifico que don Viriato Murúa, su marido, tiene absoluta necesidad, para sobrevivir, de dejarla y casarse con una chica. Es el único medio de que este hombre conozca la dicha a sus años. Como médico, sólo puedo recetar su felicidad, pero si lo que a usted le atormenta es la felicidad de su marido, pase por la clíníca y le recetaremos un adulterio."
Carne de murciélago, p. 89, Plaza & Janés Editores, S.A., primera edición 1998, España.
Mi otro yo frente al espejo
Es el rostro que no quiero ver por las mañanas y por las noches, mucho menos. Cruel espejo que pones delante mío una faz cansada y con surcos bien acentuados en mi piel, que pareciera ser tiempo de siembra, cuando la verdadera cosecha ya pasó. Siento la manos marchitarse por la reuma, cual ramas secas del viejo olivo en el traspatio de la abuela. No quisiera el abismo, pero es lo que me espera.
Mi otro yo. Fotografía: Angel Martínez
viernes, 10 de julio de 2009
Nuestra fe*
Fotografía: Miguel Servellón
"-- ¡La fe, querido, la fe!... Fe es voluntad.
Se llega a tener fe, que aunque lo crucifiquen
a uno, sonreirá y resucitará el tercer día,
sin que el cuerpo se haya dado cuenta
de lo que ha sufrido."
Salvador Salazar Arrué, El Señor de la Burbuja
¡Qué dicha más grande la nuestra: vivir enamorados... vivir enamorados de nuestra fe!"
Fe que muchas veces quebrantamos: "En instantes somos río corriendo con todo vigor, queriendo realizar nuestro anhelo; otras veces, rosas marchitas por la abyección, la abulia, la disyunción de humano con lo Divino."
Sucede que nuestra fe se mortecina, se rebela y se lanza contra nosotros como fiera hambrienta en el bosque, ¿por qué? Porque somos espíritus extenuados en creencias: "Velero que a la menor racha, cambia de curso." Poque la fe que llevamos a flor de piel es muy apócrifa y esto borra con suma facilidad lo que con asaz paciencia y primor nos inculcaron los progenitores en el rosal de la niñez.
¡Nuestra fe no debe trajinar andurriales, mucho menos, dédalos oscuros; la fe nuestra deberá estar cimentada en la hermosa, grande e inconmensurable Sabiduría que nos dejó el "Rabí de Galilea!"
* Publicado en Filosofía, Arte y Letras, de El Diario de Hoy, el sábado 12 de mayo de 1990 y firmado con el seudónimo de Cesleo.
jueves, 9 de julio de 2009
El matemático - poeta
Fotografía: Albert Ruiz
Uno en la vida conoce a personas que nunca termina de conocer ( mi consorte es una de ellas, por ejemplo). Es más, hasta la boca se nos queda chiquita con un ¡guao! de asombro y de admiración. Esto me ocurrió hace pocos días, el martes treinta de junio apenas. Al profesor Rafael Antonio Gallardo lo vengo observando desde hace nueve años atrás, y su conducta y rectitud han hablado por él como una persona sin tacha y sin soberbia, que me atrevería a "meter las manos al fuego" por él, porque sé que de esa hoguera saldría sin llagas.
El profe Gallardo, como es conocido, ejerce la docencia en las especialidades de Matemática y de Educación en la fe (que para eso estudió Teología). No es común que de entre todos los seres que constituimos lo que llamamos Humanidad y que dedicándose a la ciencia de los números, resulte un matemático - poeta. (Y aquí, en este punto, hago una pausa para pensar) . Bueno, sí, la Humanidad ya parió a un científico - escritor. Hablo de Ernesto Sábato, quien en 1945 abandonó la física para dedicarse a la literatura (y vaya que salió bien librado: El túnel, Sobre héroes y tumbas y Abaddón el exterminador, sólo para mencionar algunos ejemplos.)
El profe Gallardo, como es conocido, ejerce la docencia en las especialidades de Matemática y de Educación en la fe (que para eso estudió Teología). No es común que de entre todos los seres que constituimos lo que llamamos Humanidad y que dedicándose a la ciencia de los números, resulte un matemático - poeta. (Y aquí, en este punto, hago una pausa para pensar) . Bueno, sí, la Humanidad ya parió a un científico - escritor. Hablo de Ernesto Sábato, quien en 1945 abandonó la física para dedicarse a la literatura (y vaya que salió bien librado: El túnel, Sobre héroes y tumbas y Abaddón el exterminador, sólo para mencionar algunos ejemplos.)
Pues bien, lo que quiero decir es que el profesor Gallardo, de entre sus textos escritos, tuvo la amabilidad, primero, de declamármelo de memoria y luego, regalármelo por escrito. Esto es la muestra de lo que es su estro poético. Deléitese y coméntelo entre sus amigos y parientes.
Ataúd
La ciudad siendo la misma
como el aire que por ella vaga…
El día en que dos cuerpos enterraban
dos familias distintas lloraban.
La ciudad siendo la misma
como el aire que por ella vaga…
El día en que dos cuerpos enterraban
dos familias distintas lloraban.
Un ataúd eran de oro sus adornos
como el cuerpo que dentro iba…
La gente lloraba lágrimas de alegría
y sus pensamientos coincidían,
pues inmensa fortuna dejaba.
El otro era tosco y sin pintar,
con adornos de papel celofán.
Descansaba el sueño eterno
el padre, el sustento y el pan…
Los hijos lloraban incansables al ver que se iba,
pues él era el pan y la vida.
Aquél golpe era sin freno…
Un ataúd eran de oro sus adornos.
Caravana inmensa de vehículos acompañaba…
Todo brillaba, pues era Don que ahí bajaba.
La calle era despojada de intrusos.
El otro era tosco y sin pintar,
con adornos de papel celofán.
Cargado en la nuca por sus hijos tristes
que llevaban a su padre a enterrar…
Todo era oscurecido, aflicción y palidez.
La madre, unos amigos y el compadre acompañaban…
Un vacío, una herida que nunca iba a sanar
era lo único que quedaba después de llorar…
La ciudad siendo la misma
como el aire que por ella vaga…
El día en que dos cuerpos enterraban
dos familias distintas lloraban…
(29 de noviembre de 1976)
miércoles, 8 de julio de 2009
Epístola octava
Fotografía: Enrique Viola
Donde J. O. da cuenta de su situación un tanto gris, y trunca de un solo tajo, la relación epistolar que con Ana P. G. mantenía.
Ana P. G.:
Con el diálogo escrito hemos pasado más de dos meses. Nunca me imaginé que la relación epistolar llegara a límites insospechados de franqueza y de confidencialidad... Vale decir, de intimidad.
Quizás convenga, por el momento, truncar esta ansiedad de escribirnos, porque mi situación se volvió un tanto gris. Deja que mis palabras se denuden ante tu presencia ausente.
Deposité, como de costumbre, en mi saco, las últimas dos cartas que recibí. “Provisionalmente”, me dije. Pasados unos tres días (el diez de febrero para ser exacto), introduje mi mano en la bolsa interior y para mi sorpresa, llegó hasta el fondo sin que mis dedos tropezaran con los sobrecitos oblongos. “Bueno – me dije --, tal vez las olvidé entre las páginas de El primo Basilio, pero para no levantar sospechas continuaré actuando como si nada”.
Días atrás había notado a mi consorte con la cara agria. Me servía la mesa desganadamente. Si conversábamos, siempre me respondía cortante. Cuando salíamos de paseo las indirectas (directas diría yo) eran frecuentes.
El sábado doce cuando me servía el desayuno, quizá su pecho ya no soportó más el peso de los celos y recitó de memoria los siguientes textos: “Quien aun te ama con el corazón, Ana P. G.” “Por siempre tuya aunque sea en mi cabeza, atentamente, Ana P. G.”
Me quedé con el bocado suspendido en el cubierto, algo atontado y con el apetito huyendo de mi organismo.
La citas textuales fueron la respuesta a las sospechosas interrogantes que me hice, momentos después al no encontrar las epístolas en el libro de Eca de Queiroz: “¿Habrá encontrado mi cónyuge las cartas enviadas por Ana P. G.? ¿Les habrá dado lectura? De cumplirse mi premonición, ¿no estaré en gruesos aprietos?
-- Las has leído – le dije en un hilo de voz que pretendía ser inaudible.
-- Sí – me respondió en un tono inusual --. ¿Y por qué no me dijiste que le escribías a tu ex novia?
-- Porque sabía que el reproche estaría de tu parte. Decidí ocultártelo a la luz de que , entre ella y yo no había reconciliación sino motivos por los cuales me abandonó. Con la escritura de mis cartas no adquiría compromiso de retorno, sólo me atrevía a confesarle los sentimientos que un día fueron presidiarios en la mazmorra de mi pecho.
-- Sí, pero tu ex novia, en la despedida de esas dos cartas te está seduciendo. Dicha situación, como esposa no estoy dispuesta ni obligada a soportarlas. ¡Anda, ve cortando pronto esa relación que ya mucho afecta mi ánimo! De no hacerlo tú, te aseguro que tengo el arrojo suficiente para escribirle a una desconocida y darle su merecido, aunque sea epistolarmente.
-- Lo haré gustosamente por el respeto que te guardo. Considero no haberte fallado en nada; si consideras que con esto he cometido falta grave, perdóname.
-- Con seguridad mi indulto ya besó tu falta. Sólo te pido más coordinación en nuestro accionar.
Con estas palabras el coloquio llegó al colofón. Me levanté un poco. Moví la silla hacia atrás. Me incorporé. Nos abrazamos, pero el apetito ya no volvió a tocarme durante la mañana. Incluso, al terminar el mediodía no ingerí ningún alimento; sólo por la tarde, creo, tuve una cena frugal.
Ya te narré mi situación al borde de una discusión violenta. Por favor, te pido que tu brazo no se apoye más sobre una hoja de papel en blanco.
Con afecto,
Quizás convenga, por el momento, truncar esta ansiedad de escribirnos, porque mi situación se volvió un tanto gris. Deja que mis palabras se denuden ante tu presencia ausente.
Deposité, como de costumbre, en mi saco, las últimas dos cartas que recibí. “Provisionalmente”, me dije. Pasados unos tres días (el diez de febrero para ser exacto), introduje mi mano en la bolsa interior y para mi sorpresa, llegó hasta el fondo sin que mis dedos tropezaran con los sobrecitos oblongos. “Bueno – me dije --, tal vez las olvidé entre las páginas de El primo Basilio, pero para no levantar sospechas continuaré actuando como si nada”.
Días atrás había notado a mi consorte con la cara agria. Me servía la mesa desganadamente. Si conversábamos, siempre me respondía cortante. Cuando salíamos de paseo las indirectas (directas diría yo) eran frecuentes.
El sábado doce cuando me servía el desayuno, quizá su pecho ya no soportó más el peso de los celos y recitó de memoria los siguientes textos: “Quien aun te ama con el corazón, Ana P. G.” “Por siempre tuya aunque sea en mi cabeza, atentamente, Ana P. G.”
Me quedé con el bocado suspendido en el cubierto, algo atontado y con el apetito huyendo de mi organismo.
La citas textuales fueron la respuesta a las sospechosas interrogantes que me hice, momentos después al no encontrar las epístolas en el libro de Eca de Queiroz: “¿Habrá encontrado mi cónyuge las cartas enviadas por Ana P. G.? ¿Les habrá dado lectura? De cumplirse mi premonición, ¿no estaré en gruesos aprietos?
-- Las has leído – le dije en un hilo de voz que pretendía ser inaudible.
-- Sí – me respondió en un tono inusual --. ¿Y por qué no me dijiste que le escribías a tu ex novia?
-- Porque sabía que el reproche estaría de tu parte. Decidí ocultártelo a la luz de que , entre ella y yo no había reconciliación sino motivos por los cuales me abandonó. Con la escritura de mis cartas no adquiría compromiso de retorno, sólo me atrevía a confesarle los sentimientos que un día fueron presidiarios en la mazmorra de mi pecho.
-- Sí, pero tu ex novia, en la despedida de esas dos cartas te está seduciendo. Dicha situación, como esposa no estoy dispuesta ni obligada a soportarlas. ¡Anda, ve cortando pronto esa relación que ya mucho afecta mi ánimo! De no hacerlo tú, te aseguro que tengo el arrojo suficiente para escribirle a una desconocida y darle su merecido, aunque sea epistolarmente.
-- Lo haré gustosamente por el respeto que te guardo. Considero no haberte fallado en nada; si consideras que con esto he cometido falta grave, perdóname.
-- Con seguridad mi indulto ya besó tu falta. Sólo te pido más coordinación en nuestro accionar.
Con estas palabras el coloquio llegó al colofón. Me levanté un poco. Moví la silla hacia atrás. Me incorporé. Nos abrazamos, pero el apetito ya no volvió a tocarme durante la mañana. Incluso, al terminar el mediodía no ingerí ningún alimento; sólo por la tarde, creo, tuve una cena frugal.
Ya te narré mi situación al borde de una discusión violenta. Por favor, te pido que tu brazo no se apoye más sobre una hoja de papel en blanco.
Con afecto,
J. O.
Antiguo Cuzcatlán, febrero 14 de 2000
Crueles intenciones
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