domingo, 9 de agosto de 2009

Los viejos amigos se encuentran

Mi osito Kodak y el perro Hush, mis viejos amigos.
Fotografía: Salvador Bertenbreiter

Hoy por la mañana, al despertarme, tuve un sentimiento de culpa: estuve de vacaciones y no visité a mis parientas. Pude recordar con claridad los días estudiantiles del tercer ciclo de educación básica. Cómo olvidar a Carlos Tobar, a Manuel Molina, a Venancio Rodríguez, a Memo Monge, a Pablo Hernández, a Dora Alicia Hernández, a Reina Élida Hernández, a Manuel López. Memo, Pablo, Dora y Reina venían del cantón Jayuca; Carlos y los dos Manuel, del El Valle Nuevo y Venancio, de El Jiote. Manuel López y yo nos diputábamos siempre el primer lugar del curso. En sexto y séptimo grados le arrebaté literalmente el primer lugar, porque él se los llevaba toda la vida; el octavo grado si ya dediqué mis energías adolescente más a la broma que al estudio, y pude, arañando, obtener el tercer lugar. En noveno grado, ya ni se diga: ni primero ni segundo, ni tercer lugar. Todos los primeros lugares de la educación básica se los acreditó Manuel López. Era justo y necesario, era el más dedicado, y yo, ya no era ni la sombra de lo que fui.
Pues de éste último quiero hablar, de Manuel López. Tenía añales de no verle y, de repente, cuando iba para el sepermercado, de un vehículo, que a su vez fue disminuyendo la marcha hasta estacionarse unos metros más adelanre, escuché el claxon. El conductor bajó del coche y para mi sorpresa era Manuel López. Nos fundimos en un fuerte y cálido abrazo. Le comenté que iba para el supermercado y, de paso, le dije que me acompañara a un café; aceptó gustosamente. Hablamos, como era de esperarse, de nuestros tiempos de estudiante; de los compañeros que en su mayoría viven en Estados Unidos; de Reina Élida que se introdujo en el hábito de monja, pero luego al cual renunció. Nunca supo Manuel y mucho meno yo, el por qué abandonó las vestiduras de Dios. De seguro, decidió servir a Dios desde otro modo de vida, que también es válido y requiere mucho valor: el matrimonio. Pero son conjeturas, porque la verdad la sabré el día en que, primero Dios, la vuelva a ver. Ojalá y así sea y luego le comento a Manuel, si es que él no se ha encontrado con ella antes que mí.
Ha sido una tarde muy agradable en compañía de Manuel López. Nos despedimos, y tanto él como yo, esperamos un día tener mayor tiempo para conversar y recordar los tiempos idos.


Para Manuel López, que con telepatía, lo convoqué a esta reunión.

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