Es el rostro que no quiero ver por las mañanas y por las noches, mucho menos. Cruel espejo que pones delante mío una faz cansada y con surcos bien acentuados en mi piel, que pareciera ser tiempo de siembra, cuando la verdadera cosecha ya pasó. Siento la manos marchitarse por la reuma, cual ramas secas del viejo olivo en el traspatio de la abuela. No quisiera el abismo, pero es lo que me espera.
Mi otro yo. Fotografía: Angel Martínez
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