jueves, 2 de julio de 2009

Despiadado el tiempo (II)


II

El Barón prosiguió en su afán de redactar algunas cuartillas. Una lluvia de sudor anegaba su frente, mientras que un ligero estremecimiento del cuerpo, continuando por una tos extendida y seca lo lanzó a la desconcentración.

Sintió un sabor acre en su boca: era la sangre bombeada desde los pulmones. Vomitó un escupitajo rojizo que, al caer sobre el piso, la figura de una calavera se dibujó.

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