Hoy disfruté de la grata compañía de Manuel. Estaba en casa, y el timbre del celular* me dijo que alguien estaba en la línea. La pantallita, por el contrario, no dio señales de identificación, porque aún no tenía registrado con nombre y apellido el número en cuestión.
(Andrea me dijo, que antes de mi llegada había timbrado, pero que por eso de las extorsiones se había negado a contestar.)
Acordamos tomar un café. Llegó a recogerme. En el camino decidimos qué ruta tomar. El punto era buscar un lugar, entre Jardines de Guadalupe y La Sultana. Vimos La Cantata del Café, y ahí nos estacionamos. Manuel se tomó dos americanos y yo, dos café con leche.
La tertulia estuvo amena. Hablamos de nuestros días de adolescencia en la escuela, de las chicas que en ese momento nos gustaban. Entre ellas salió a colación, Gloria Francisca, una niña pecosita, tez blanca y cabello quebrado, muy linda, por cierto. Hablamos de Isabel, que vivía en El Valle Nuevo, e incluso, de los días blancos y de novias, ahora lejanas.
Por eso y por la agradable compañía, fue una velada estupenda.
Saludos, Manuel.
(Andrea me dijo, que antes de mi llegada había timbrado, pero que por eso de las extorsiones se había negado a contestar.)
Acordamos tomar un café. Llegó a recogerme. En el camino decidimos qué ruta tomar. El punto era buscar un lugar, entre Jardines de Guadalupe y La Sultana. Vimos La Cantata del Café, y ahí nos estacionamos. Manuel se tomó dos americanos y yo, dos café con leche.
La tertulia estuvo amena. Hablamos de nuestros días de adolescencia en la escuela, de las chicas que en ese momento nos gustaban. Entre ellas salió a colación, Gloria Francisca, una niña pecosita, tez blanca y cabello quebrado, muy linda, por cierto. Hablamos de Isabel, que vivía en El Valle Nuevo, e incluso, de los días blancos y de novias, ahora lejanas.
Por eso y por la agradable compañía, fue una velada estupenda.
Saludos, Manuel.
* Ya registré tu número en el celular.
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