Fotografía: Ana Belén Llorente
Comenzó a desandar el camino la yegua. A la princesa Anastasia el pecho se le hacía pequeño de tanta alegría acumulada en el corazón: He vencido al dragón azul sin utilizar la fuerza de mi espada, ¡qué alegría! Soy una heroína sin habérmelo propuesto; los súbditos me recibirán como tal y seré más famosa que San Jorge, el santo catalán.
Ella (la princesa) y ella (la yegua) tenían el hambre retrasada. Ella podía aguantarse (aunque pensándolo bien, ni tanto) con un pedazo de queso engusanado, y ella con un poco de heno que lleva atravesado en el lomo. A como pudo separó los gusanos (eran más bichos que alimento lácteo) del queso y los tiró al suelo, como quien arroja granos de maíz a las gallinas ; pero esta vez la gallina tenía cuatro patas y un hocico y dientes grandes y una cola con la que se espantaba los mosquitos. Nada de la última provisión se perdió, hasta la más mínima migaja e insecto llegó al estómago de ella y ella.
Recién anochecía. El hambre volvió a instalarse en ambos estómagos. A poca distancia las luces tristes de unas chozas delataban la vida paupérrima de los campesinos. Pidió posada, pero al igual que José, nadie la atendía. El estado de gravidez no estaba en su cuerpo ni en sus pensamientos, ni en sus planes ni en sus sueños; mas bien la repugnacia era producida por su fealdad. Pero hubo un alma buena, caritativa, que la hospedó en su casa (quizá se compadeció de la princesa, porque ella, a sus cincuenta años no tenía marido que la acompañara en su triste, desgraciada y mísera vida; la madre le había dicho que cuando ella nació las caras bonitas ya se habían repartido), le dio de comer, cama y hasta un abrigo para que el frío no la tocara. Un caldo de chilipucas era lo único que le quedaba de la cena; la princesa lo sorbió con avidez de loca y los granos pasaban enteros por el túnel de su garganta. Durante las horas de sueño los zancudos abandonaron la batalla, porque los gases de la princesa y de la dueña de la casa fumigaban la noche.
De: Epístolas del amor (ad)yacente
Premio único XIV Juegos Florales Ahuachapanecos, 2007
* Como siempre, Andrea María me comentó que, como buen título le calzaba La noche de chilipucas; pero igual, lo dejo tal y como le escribí para la justa literaria.
1 comentario:
Ni que decir que cada vez me interesa mas esta Princesa que de Princesa no tiene nada...
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