lunes, 12 de enero de 2009

Un beso al desnudo

Chapuzón. 
Fotografía: Sebastián Araya P.


Besé sus labios color de plata. Mi boca quedó untada con la pintura de su lápiz labial: mi sed apasionada aún no quedó saciada.
Acaricié su cuerpo y la tomé entre mis manos para poseerla, pero ella, esquiva, desdeñó mis roces escapándose por las manos salpicadas de mi amor.
Una vez fracasé en el intento, porque en su mirada existía el rechazo a la íntegra unidad.
Como queriendo decirme: "Ya sacié tu sed con un beso, ahora vete tranquilo", me volvió a ver con ternura, para que yo sintiera nuevamente en mi corazón el alborozo de vivir.
Yo, aún insatisfecho, me despojé de la ropa clandestina y disparé de un salto la bala de mi cuerpo y abrí una herida al espejo que, sencillamente copiaba un pedazo de cielo. Por un instante el cristal del agua se hizo chingaste, produciendo ondas expansivas; mas luego volvió a la normalidad y yo quedé empapado con el sudor de su cuerpo.

1 comentario:

Franz dijo...

Al leerlo solo recuerdo a Thomas Mann: "“Era la sonrisa de Narciso inclinado sobre el espejo del agua..." lo que mas me gusta es la forma de finalizarlo.