viernes, 9 de enero de 2009

¿Rebelión o dictadura?

Tertulias del pasillo/Corredor de la Muerte
Fotografía: Guillermo García

El trastoque mental y el dolor del espíritu despertó con la ausencia física de Óscar. Mi tía, auxiliada por Orlando Cardoza atravesaba "La Plaza de las Ciencias" con desánimo y lágrimas en los ojos. Le corté el paso para enterarme de la desgracia que, desde el principio presentí: "Se murió Óscar", me dijo con voz entrecortada.
Lo tomé con serenidad. El cerebro se me hizo un solo nudo de confusión: "Por qué Dios es tan cruel, quitándonos la vida a su antojo? ¿Por qué en lugar de acabar con nosotros no se empeña en volver eterna nuestra existencia? Si sabemos que vamos a morir, entonces no vale la pena nacer", me dije.
Ese seis de septiembre fue hórrido: todos llorando de angustia y yo, que digo ser fuerte, también me derrumbé.
La casa comunal parecía encogerse albergando a la multitud. Adentro el aire era asfixiante. Todos querían verlo, porque se negaban a aceptar lo que sus ojos les mostraban como evidencia: ver el féretro azul-negro, camino a la velación.
Recuerdo que en la misa de cuerpo presente la iglesia rebalsaba. Las bancas llenas, los costados igual; cerca de la pila bautismal no cabía ni un alma, incluso, afuera hubo gente que aguardó con paciencia.
Los días siguientes fueron de tremenda soledad, de sosegada reflexión: Óscar estuvo en la fecha exacta, en el momento oportuno y en el lugar indicado dónde le correspondía ser acribillado a balazos. Por más que quisiera a esa cita no podía faltar.

1 comentario:

Franz dijo...

Creo que hasta cierto punto la esencia de la vida radica en el hecho de que esta sea tan fugaz... una eterna existencia por el contrario nos privaría del miedo, de la nostalgia, del espiritu... lo siento, me horroriza la idea de ser yo mismo para siempre.