jueves, 1 de enero de 2009

La casa dormida

Amanecer. Fotografía: Memo Vásquez
Calles solitarias, dormida ciudad. Dormida la casa. Por más que el gallo cante en su encierro, esta gente no despierta. Rozando las diez desplazan su sueño a la regadera, y un rumor de agua, como sierpe que se desliza en la cañería, cae de sopetón en el pelaje de la coronilla primero y en todo el cuerpo de quien se baña, después.
Un desayuno frugal, porque la parroquia espera y una circuncisión también.
La ciudad ha abierto sus ojos, y por las calles todo es una plaza con gente que ingresa a los recintos de Dios. Hay un humo espeso y un olor penetrante de incienso, que se respira cinco metros antes de pisar el umbral.
Mucha gente no se ha visto la noche anterior y, como buen augurio es el corazón quien los hace hablar: "¡Feliz año nuevo!"
El Santo Evangelio es corto: En aquel tiempo, llegado el día octavo en que debía ser circuncidado el Niño, le fue puesto por nombre Jesús, nombre que le puso el Ángel antes que fuese concebido, Lucas 2.21
El párroco da una exégesis muy personal del texto bíblico, pero yo esoy en otra parte, escribiendo mentalmente esta nota.

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