
Alacrán de Durango, México. Fotografía: Oliver Álex
Después de una extenuante jornada laboral, es gratificante hacer saltar del teclado las palabras precisas sobre el acontecer oficinesco. Los contribuyentes con más ponzoña que un alacrán punzan nuestra piel para amargarme la mañana. Creen que su prepotencia me hará tambalear y que les contestaré con igual pedrada; pero se equivocan, yo estaré sereno, aunque sintiendo el deseo inmenso de arrojarle en el rostro, tremendas guijas por su testarudez y prepotencia.
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