lunes, 22 de diciembre de 2008

La fonda de don Damián (III)


El rincón de los borrachos. Fotografía: José Muñoz González


SEGUNDO ACTO

PRIMERA ESCENA


La misma fonda. Don Satán vuelve con dos vasos de refresco, ambos de color rojo. Está frente a Félix y Fernando. Vestido de rojo y negra la cara. Ya trae los cuernos, pero los comensales no pueden vérselos.

DON SATÁN. (Sirviéndoles los refresco) Lo siento muchachos, pero la bebida de su predilección se ha agotado. Sólo me ha quedado este vino tinto importado desde las propias cavernas del Infierno.

Ambos lo prueban y lo escupen, porque tiene un sabor que escuece el paladar.

FERNANDO. ¿Y esto qué es?
FÉLIX. Sí, ¿qué es?
DON SATÁN. Es la receta favorita de la casa: vino tinto con chile jalapeño.
FÉLIX. Es una ofensa a mi paladar.
FERNANDO. ¿ Y la carne asada?
DON SATÁN. Tanto tuve que corretear al buey, que ni cansado pude atraerlo a la parrilla. Así que, simplemente, no hay carne asada. !Ah!, me olvidaba comentarles que el maldito, perdón, bendito ventilador se descompuso; así que también, en este lugar, no hay ventilación.

Molestos.

FÉLIX. ¿Qué fonda ni qué nada? Vámonos, Fernando.
FERNANDO. Esta fonda nada bueno para el paladar tiene.
Don Satán se queda solo, pero feliz. Se nota en su rostro sonriente. Se encamina hacia dónde está el rótulo y lo cambia por otro. Ahora se lee: LA FONDA DE DON SATÁN. Regresa hacia la mesa. Se sienta. Toma sorbo a sorbo el "Vino tinto endiablado", que así es como se llama la bebida. Monologa.

DON SATÁN. Estoy como yo quería, con mi legión de angelitos.

Al instante se aparece una legión de angelitos de Dios.

DON SATÁN. (Molesto) No, no, a ustedes no los he llamado. Si dije "mi legión de angelitos", me refería a los de mi papá.

Los angelitos de Dios salen en desbandada. Uno de ellos se cae, pero se levanta y se va.

DON SATÁN. !Qué Navidad ni qué nada! Molesta Navidad, diría yo. Soy el que pone los regalos en las vitrinas de los almacenes, tentándolos a que derrochen su sueldo y su aguinaldo. Soy el que pongo de mal humor a los jefes por el aguinaldo que les darán; ustedes saben que eso representa un buen gasto para sus empresas y ellos sólo piensan en sus utilidades, nada de repartición. Algunas veces, en mi reino me han llamado "negrero", pero es un calificativo injusto y al que no tienen justificación para etiquetarme así. Sólo fíjense: No les pago horas extras; les pago en colones, pero gastan en dólares; tiene derecho a dos días de vacaciones después de diez años de labor; los días de asueto los trabajan y no les asiste el derecho de reclamo; tengo la obligación de descontarles renta, AFP, seguro social, pero no estoy obligado a hacer los pagos por las retenciones efectuadas. Y esto lo hago no por robarles, sino porque la austeridad me tiene bien amolado. El fisco hay que se arregle con Dios; de todas maneras Él es bien buena gente. Por todo esto creo que no tengo derecho a ponerme la camiseta de "negrero." Si los diablejos hasta me han querido montar un sindicato y manifestaciones callejeras, pero como mis amantes son infiltradas y espías mías he logrado desbaratar a la chusma organizada. Por eso digo, que administrar personal no es cosa sencilla.

Finalizada su verborrea inútil (pero útil), don Satán se siente mareado a tal punto que en derredor suyo mira angelitos de Dios.

DON SATÁN. Y estos bichos malvado, ¿qué puercas hacen aquí?

Siente que la cabeza le da vueltas, efecto del "Vino tinto endiablado." Da un largo hipo y su cabeza busca apoyo en la mesa y en los brazos de Morfeo. Los angelitos de Dios le rasgan la piel con sus uñas, lo pellizcan, le revuelven el pelo, le aplican palmadas en los glúteos, pero nada lo despierta. Entonces los enviados del Señor deciden reunirse para cantar "Angeles", de Dei Verbum.




2 comentarios:

Franz dijo...

Tan solo podría decir que mirandolo bien este diablo ya empieza a resultar menos diablo si lo comparamos con el patrono promedio salvadoreño... o sera que el patrono promedio salvadoreño debería empezar a resultarnos menos humano y si un poco mas diablejo?

Julio César Orellana Rivera dijo...

Me quedo con "que el patrono salvadoreño debería empezar a resultarnos menos humano y si un poco más diablejo." Porque la realidad de la vida laboral es esa, la del patrono que de humano se tornó diablo.