miércoles, 3 de diciembre de 2008

La fonda de don Damián (II)

La lanza de Longinus. Fotografía: Nicolás Moulin


SEGUNDA ESCENA

Jesús está de espaldas y Poncio Pilatos frente a Él. Dos soldados le hacen guardia, uno en cada flanco de la silla. Caifás y Anás, miembros del Sanedrín acompañan a Jesús. Pilatos cuestiona al Mesías.
PONCIO PILATOS. Así que tú eres Jesús: ése del que tanto habla la plebe, la gente sin oficio.
JESÚS. Tú lo has dicho.
PONCIO PILATOS. ¿Ya sabes de qué te acusan? Te llamas "Hijo de Dios", "Rey de los Judíos",...
Lo interrumpe Jesús.
JESÚS. Lo dices porque tu mente llegó a esa conclusión o porque ya te entregaron el cadáver para el entierro.*
PONCIO PILATOS. Soy el Procurador; el cargo lo tengo por méritos. No necesito que nadie piense por mí. (Molesto)
A Pilatos algo le pica en la espalda. Llama a la esclava.
PONCIO PILATOS. Esclava Isaura, ven. Me pica la espalda, ráscame.
La esclava Isaura acude al llamado. Poncio Pilatos despega su espalda del resplado de la silla. La esclava Isaura, sobre la tela, hinca sus uñas.
PONCIO PILATOS. Más abajito, a la derecha, por la paletilla; ahí, ahí, ¡aaaaaaah! Ya estuvo suave (serio): puedes marcharte.
La esclava Isaura obedece. Poncio Pilatos cruza su antebrazo sobre el abdomen y apoya el codo derecho en su muñeca izquierda, llevándose la mano al mentón y acariciándose la barba se le nota dudoso, pensativo.
PONCIO PILATOS. ¿En qué estábamos, Jesús?
JESÚS. ¿No lo recuerdas? Esas lagunas mentales son síntomas de Alzheimer.
PONCIO PILATOS. ¡Qué Alzheimer ni qué ocho cuartos? (Parece recordarlo) Ah, sí, en que crees ser el "Hijo de Dios" y un Rey sin corona.
JESÚS. Mi Reino no es de este mundo.
PONCIO PILATOS. ¿Y entonces de cuál? (Burlándose) Llévame contigo para poder asesorarte. Necesitarás de un buen administrador.
Se queda gesticulando en silencio, como un loco. Su cara ya no parece la de un procurador sino la de un orate, que ha salido del manicomio. Un tonto al que nada le importa. Se pone la mano en cada lateral de la cabeza, como si le doliera. Luego se las quita, y con ellas se toma el cuello, ahorcándose; se queda sin aire y cae al suelo. Queda inmóvil. Los soldados y los miembros del Sanedrín acuden a auxiliarlo.
SOLDADO 1. Procurador, ¿qué le pasa?
SOLDADO 2. ¿Qué le pasa, Procurador?
El aire vuelve a sus pulmones. Reacciona, balbucea entre dientes. Primero algo ininteligible.
PONCIO PILATOS. Otsircusej, yer ed sol soíduj. Út on sere yer, oíduj edleber.
Luego señala con su dedo índice hacia un lugar invisible, y con vozarrón de trueno escupe palabras de burla.
PONCIO PILATOS. Tu Teino, ¿no será como aquél? Ja, ja, ja,...
En primer plano aparece un juglar y declama el poema "Señor: ayer te vi pasar..."
Señor: ayer te vi pasar con la cruz
al hombro. ¿Sabes?: sentí tanta pena
y tanta angustia al verte en tal faena;
mas yo aún no levanto la testuz.
¡Como sufres con el tosco madero:
te domina el peso y al suelo
caes! Tan díscolo soy a tu celo
de salvarme del trajín altanero.
Digo seguir tus paso, sin embargo
sigo siendo el mismo. Te atizan
para que pronto consumas tu cargo.
Me quedo plantado en el camino
y ahora que los demás se frisan,
yo estoy en un total desarino.
San Salvador, octubre 04 de 1990
* En este punto de la conversación, Jesús ya presiente (y sabe), que su vida pende de un hilo.

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