Se debe ser demasiado pesimista para ensombrecer la luz del día y además, herirla. De paso, apagar la luz de nuestros vecinos, que con buen esfuerzo la mantienen viva. Por otro lado, sea o no malvada la intención siempre nos convierte en emperadores de Satán.
Hay que mantener (es necesario) viva la llama del amor, que en este mundo hace falta.
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