En un convento hay veinticinco monjas. Dos de ellas, como merienda se comen a los niños que las humildes aldeanas dejan bajo su protección. Ocho de ellas comentan ser la reencarnación de la Virgen María, y el resto se deleitan en la oración al Santísimo.
Pero hubo un niño más listo que las antropófagas; y es que se vistió de rata y las dos monjas, con el horror en sus caras salieron huyendo del cuarto-prisión donde tenían a los infantes. Le dijeron a la Superiora que renunciaban a los hábitos, porque en el convento vivía el propio Satán convertido en rata del tamaño de un niño de diez años.
Esa era la excusa perfecta, porque a la salida del convento, a cada una de ellas la esperaba un caballero con saco, corbata y sombrero... y la diligencia que las llevaría a un hostal donde conocerían (y pondrían en práctica) lo que habían visto (furtivamente) en la revista Playgirl.
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