Drácula, al amparo de la noche, observaba con pasión vampiresca a la hermosa mujer. Cuando la fémina de piernas marmóreas salió por aire fresco al jardín, éste, al verla solitaria y desprevenida, apareció de la nada mostrándole sus colmillos como dagas sedientas de sangre y ex profeso buscó el cuello de la joven. Ésta, presintiendo sus malos propósitos movió su cuello y le ofreció sus labios. Quedó sin ellos y Drácula, viéndole sus brillantes dientes al desnudo huyó despavorido convertido en ratón volador.
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