La culpable del puñal en el pecho de mi amante no soy yo, es la mismísima Muerte, que se acostó conmigo la pasada noche. Ella no quería a mi amante: me quería sólo para ella, y lo que hice, únicamente, fue obedecer su mandato; por eso digo, que la culpable fue ella y no yo.
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