sábado, 17 de mayo de 2008

El Hombre Invisible

Oficina de la administración pública. El Silencio


Hoy es el "Día de el Hombre Invisible". Se le puede ver entre el quehacer oficinesco, entre montañas de papeles y cálculos aritméticos, desvelado por la excesiva jornada laboral y con sueño, que mata con una buena dosis de café cargado; pero su presencia no cuenta para nadie ni alguien se ha muerto al notar su ausencia.

Los gerentes saben que está ahí, porque a las nueve de la mañana de hoy (como siempre, todo lo dejan para última hora) necesitan los estados financieros para un préstamo bancario.

Y si la persona jurídica por ser devota a la evasión fiscal tiene problemas con Hacienda, entonces, el Invisible se hace Visible y tiene la valía que se merece. Ojo, que quede bien claro: esa importancia es coyuntural porque, pasado el vendaval, vuelve al rincón de los castigados.

Un contador no es más ni menos que nadie; tampoco un abogado lo es, mucho menos un administrador o un economista. Pero hay quienes lo toman muy personal y discriminan las demás profesiones. Por ejemplo, en una empresa donde yo laboré el gerente general decía que el contador sólo le servía para generar gastos. Esto lo decía en alusión al pírrico salario que pagaba, que para él era una fortuna. ¡Qué cerrazón mental la de este señor llamado Óscar Argueta! Por ventura y para dignidad de la profesión, este personaje de caricatura ya entregó sus cuentas al Ser Supremo, y para mayor sorpresa suya, quedó con saldo rojo.

La profesión es marginal, y digan lo que digan las personas que en su título, con letras góticas señale, Licenciado en Contaduría Pública, son contadores marginales, porque la profesión lo es. Para muestra un botón. Para el Día de la Secretaria, todo el mundo se acuerda: les dan el día libre, las festejan con un almuerzo o cena (mariachi incluido) y hasta suntuosos regalos. Ahora díganme: del "Día del Contador", ¿quién se acuerda? Sólo los colegas nos felicitamos entre sí. ¿Algún festejo, día libre, regalos? Días después, un certificado de regalo de veinte dólares y un regaño inmerecido.

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