perdida del aprisco. Más bien quiero
ser el labrador que siembre el semillero
que alimente y produzca mucha arveja.
¡Oh, Jesús mío, cuánto te adoro
en este valle que me tocó vivir!
Más será allá arriba. Prefiero morir
mil veces a ser la esperanza que añoro
y que claramente llega a mi huerto
de naranjas y uvas apretadas.
Soy arcilla en tus manos y no el muerto
barro adherido al piso, sin forma.
Tendré mis manos siempre levantadas,
agradeciendo vivir bajo tu Norma.
A la madre Cesarita Esparza
26/09/2007, 11:12 p.m.
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