domingo, 3 de febrero de 2008

"Ojalá" y el libro de Neil Postman



El dos de febrero ha sido el primer día de clases en el Centro Nacional de Artes, CENAR. También fue día de La Purificación o "La Candelaria".
Me he levantado a las siete de la mañana, a ducharme. Andrea se levantó a las siete y media; después del aseo personal la acicala la madre. Desayunamos.
Las ocho y media: justo el momento en que abordamos el microbús que nos conduciría a la casa de estudios. Llegamos a la San Mateo y cruzamos la verde pasarela que comunica al otro extremo de la serpiente de asfalto. Caminamos, y en cinco minutos llegamos al edificio que parece se va a caer.
La primera reunión al inicio del ciclo es de rigor. Mirna de Iraheta, Coordinadora de Artes Visuales, explica con detalle las reglas del juego; pero varios chicuelos con el deslizar y el manipuleo de abrir y cerrar sus cajas de herramientas no dejan escuchar. Y a que la voz de Mirna se apague también contribuye el murmullo de las personas adultas que, como si fuera el momento para la charla desenfadada se solazan en asuntos baladíes.
El año pasado la directora del CENAR estuvo presente para dar la bienvenida a los y las estudiantes y hasta hubo cantos y guitarra en la voz de César David Merino, CEDAMER. Recuerdo que cuando CEDAMER interpretó Quincho Barrilete, casi todo mundo coreó y aplaudió la canción que identifica a los países pobres; y digo casi todo el mundo, porque yo preferí escucharla y no dejarme llevar por la emoción. Este año no estuvieron presente ni la música ni la directora.
La presentación de los docentes y la lectura de los alumnos y alumnas matriculados es imprescindible. A Andrea le tocó la suerte de tener a la misma maestra del año pasado: la señorita Mercedes Bolaños.
Busco un lugar donde pueda continuar la lectura de Jerusalén, ida y vuelta, de Saúl Bellow, pero unas señoras parlanchinas no dejaron concentrame.
De regreso en casa, almuerzo, y luego, por la tarde, voy a visitar a mi padre. Hablamos acerca de su viaje a Estados Unidos, me mostró unas fotos del Gran Cañón y disfrutamos de un café acompañado con pan dulce.
En el centro compro un disco de Silvio Rodríguez, Canciones urgentes, para ser preciso, y un libro de Neil Postman, cuyo título sugestivo me atrae de golpe: La desaparición de la niñez. Cuando regreso a casa disfruto de canciones como "Sueño de una noche de verano", "Unicornio" y en especial, "Ojalá"


03/02/2008, 2:58 p.m.

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