martes, 1 de julio de 2008

¿Mentes peligrosas?


"Estoy cada vez más seguro de que el ser humano
es un animal desgraciado, abandonado en el mundo,
condenado a encontrar una manera de vivir propia,
inédita en la naturaleza."

E. M. Ciorán, En las cimas de la desesperación.




(Sín)tesis de la percepción visual Mentes peligrosas.


Desde el génesis de la película, la música de la banda sonora nos mete de cocorota en el hábitat de los inadaptados sociales (¿o seremos nosotros los incapacitados para adaptamos a su propia sociedad?), donde abundan el insulto y la falta de respeto a sus semejantes. La Secundaria Parkmont es el escenario y la maestra Johnson con sus alumnos, los protagonistas.

El aula es un caos. La maestra, después de haber traspasado el dintel de la puerta con entereza, abandona el salón de clases con la cola entre las patas. Su cabeza late la duda y las preocupaciones, pero cejar a su propósito es el término que no está escrito en su agenda personal; entonces arremete con mayor voluntad, y crea estrategias de envoltura a las cuales los jóvenes no pueden escapar.

Enseña a los alumnos, temas que, en primer momento distan de ser agradables; pero poco a poco, el contenido se torna digerible e interesante con la saludable intención de enseñarles a pensar.

Luego las riñas. Las visitas domiciliares a los padres de los alumnos expulsados por crear desórdenes. El embarazo de Collie, verbalmente proscrita por las autoridades de la Secundaria. El óbito de Emilio por mano propia y la abdicación imcumplida de la maestra Johnson.



Una fábula no confabulada


La cinta, a pesar de lo trivial y de su desmesurada liviandad tiene el mérito de desnudar, aunque sea tímidamente los problemas que a la sociedad aquejan:

1. El docente como responsable (en parte) del ausentismo escolar. En el salón de clase el maestro debe aplicarse por gestar exposiciones estimulantes, que generen interacción entre el educando-educador de tal forma que, el primero se sienta motivado y útil en la escuela. Cuando la inasistencia va al frente de la asistencia, el docente debe realizar visitas domiciliares a los alumnos y consultar con los padres, cuál es el motivo de la ausencia en el aula; del mismo modo, cuando cometen faltas, así sabrán los progenitores que al docente le interesa la presencia de su hijo en la escuela. A los alumnos con mayor grado de dificultad para asimilar los conocimientos, habrá que auxiliarlos con mayor empeño.

2. Las normas de la sociedad no deben castrar la educación del educando. El embarazo en las jovencitas no debe catapultarlas al exterior del recinto escolar, porque con esta acción se le está poniendo cerrojo al único acceso de superación. Cualquier otra "incongruencia" con las reglas dictadas por la sociedad, que pongan en peligro la "estabilidad" institucional, debe sopesarse concienzudamente antes de emitir un juicio.

3. Familias disgregadas. Los grandes tumores de la sociedad tienen su origen en la desintegración familiar. El educando que proviene de hogares disueltos, es el que más problemas lleva a la escuela, y como respuesta a esa desunión, ofrece rebeldía en grado sumo.



Para las educadoras Jackelin de Alvarado y Rosa Enma Terezón.



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