miércoles, 2 de julio de 2008

Corazón marchito, tormenta de lágrimas

Melancolía. 
Fotografía: Breixo Pazos


En la asignatura de Historia de la Literatura, el catedrático y escritor Ricardo Lindo nos dejó una tarea. Era el análisis de cualquier poesía aparecida en un pequeño libro elaborado artesanalmente en el mismo CENAR.
Por mi parte no quería hacer un análisis y me decanté por un comentario. Un comentario al poema Arieta, de Paul Verlaine (1844 - 1896), cuya traducción del francés se la debemos a nuestro propio mentor.

Arieta

Llora el corazón
Como llueve en la calle.
¿Qué es esta fatiga
Que entra en mi corazón?
Dulce ruido de lluvia
Por tierra y por los techos.
Corazón que se aburre.
¡Oye cantar la lluvia!
Cae llanto sin razón
En este corazón.
¡Qué! ¿Ninguna traición?
Es duelo sin razón.
Es bien la peor pena
El no saber por qué
Sin amor y sin odio
Mi corazón se apena.

Lo que sigue es el comentario.


"Hay seres que se hallan condenados
a saborear únicamente el veneno de las cosas,
seres para quienes toda sorpresa es dolorosa
y oda experiencia una nueva tortura."

E. M. Ciorán, En las cimas de la desesperación.

Magnífica analogía entre el corazón al que le cae una tormenta de lágrimas y una lluvia que se desboca en la calle.
¿Al autor, la lluvia le trae recuerdos no muy felices o es que su estado de ánimo se entristece sólo porque sí con los días grises? Porque la misma fatiga es un dulce ruido de lluvia/ que entra en mi corazón (si se me permite permutar el orden de los versos); y es posible y muy cierto, que un corazón con el canto de invierno se entristezca (o se aburra) y se sienta amenazado por la pena y la saudade. Pero también es posible y muy cierto, que un corazón (o un espíritu) que se empine a la reflexión se sienta turbado al saber que sin motivo (sin amor y sin odio) él se encuentre marchito.


Jueves, noviembre 25 de 2004, 7:10 a.m.

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