En alguna ocasión acompañé a mi padre a una ronda de cervezas... y todo porque él me lo pidiera. Estaba en casa de su comadre, deleitándose con las "polarizadas" en una mesa circular. Y a quemarropa me lanzó la propuesta:
-- No quieres un par de cervezas.
-- Claro -- le dije sin dimensionar lo amargo del asunto.
Tenía seis años y para no quedarle debiendo nada a la vida me tomé una por cada año cumplido.
Me sentía envalentonado, a tal punto que, a mi hermano mayor lo interrogué por quién o quiénes lo habían amenazado con darle una golpiza.
* * *
Pasados los amargos días de mi primera catación alcohólica (y que para nada me gustó), mi padre, en la calle, me señaló a un beodo que disfrutaba de su sueño en la acera:
-- Ves a Micifuz: a eso no quiero que llegues cuando seas adulto.
En ese momento no dije ni entendí nada de lo que me estaba diciendo: que el vicio del alcohol mata a sangre fría... y a pausas.
Para Miguel Ángel
No hay comentarios:
Publicar un comentario