
Yo le dije: "Dibújame, pues, Héctor". Tomó el lápiz, una hoja de papel y comenzó su obra. Todo aquél que me conoce tendrá la palabra en su boca para opinar si este dibujo tiene mucho de mí o yo tengo mucho de él.
Andrea María ha hecho una fiesta, riéndose de mí al ver este dibujo que, desde hace cinco años he conservado entre los folios que guardan un valor sentimental. Y la madre la ha secundado en su algarabía, diciéndome: "Viejo loco".
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