sábado, 13 de junio de 2009

San Antonio del Monte

San Antonio del Monte. Fotografía: Alejandro Reyes. Digo ser devoto de san Antonio de Padua, aunque realmente no sé si lo soy. Quizás eso de decirlo resulte de las huellas que me quedaron de la infancia, porque siendo un chico, mi padre y mi madre nos llevaron (a mi hermano y a mí) a San Antonio del Monte y creo, sin temor a equivocarme, fue nuestro primer peregrinaje. Sabía que el viaje lo hacíamos en cumplimiento de un favor recibido de San Antonio de Padua, pero quizá eso era lo de menos, porque lo que dejó su impronta en mi ser fue el cuerpo exánime de ese santo por mí desconocido y cuya pintura está detrás del altar, la pequeña pendiente que se sube, el templo y los exvotos que vimos después de haber rezado la novena.

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Ayer vi a doña Luz Vda. de Ayala. Nos saludamos y como sabe que soy devoto de san Antonio me invitó para hoy a la novena en honor al santo en mención; sentí un gran regocigo por la invitación de su parte y acepté gustosamente. Era para el día sábado, a las ocho de la noche. Ahí estaban muchos, perdón muchas conocidas: un mar de mujeres y tan solo un hombre, que conmigo harían dos. Ana Coto me dijo: "Bendito entre las mujeres." "¡Ah, no!", se corrigió, "si aquí está Ricardo." Para resumir, sólo diré que fue una buena velada religiosa y que al final de la novena hubo café, tamales y pan dulce, como en los viejos tiempos.

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