viernes, 26 de junio de 2009

Epístola tercera

Cartas...
Fotografía: Vinicuis Santa Rosa

Donde J. O. comenta de manera coloquial las peripecias al recibo de la epístola y la nueva dirección para evitar sinsabores con su consorte.


Ana P. G.:
El primer día laboral del año nuevo me sorprendió con un papel oblongo en la mano, sobre en el cual estaba escrito una dirección,
La obligación laboral demandaba retirarme del hogar, cuando tres toques acompasados en la puerta me retrasaron un poco. Fui a abrir, y un empleado del servicio postal entregó en mis manos, la carta que a finales del año pasado tú habías remitido. Cuando vi el nombre que acusaba el envío, rápidamente lo deslicé en la bolsa de mi saco. Por poco y mi esposa me pesca con el papel rectangular en las manos; sin embargo, me consultó inquisitivamente:
-- ¿Y quién era?
-- ¡Ah! – dije con voz un tanto aliviada --. Era un mensajero privado, que me preguntaba dónde podía encontrar una dirección. Le recomendé el avance de dos cuadras en línea recta y que después torciera a la derecha. Exactamente la tercera casa a su siniestra, era el número que ansiosamente buscaba.
-- En todo trabajo, cada vez emplean a personas más incultas.
-- En lo personal, no considero que se trate de una persona ignara – lo defendí --, apreciándolo por su prestancia y por el buen uso del lenguaje con que se dirigió a mí. A lo sumo es un bachiller, con tercer año de licenciatura en letras.
-- Si en los tiempos actuales cualquiera se gradúa de bachiller con los más altos honores, pero con un mínimo de conocimiento del lenguaje, y avanza en la universidad, aunque el raquítico talento en esa materia se mantenga en igual estamento.
-- Tienes razón – le dije, despidiéndome con un beso en la mejilla cortando así, el caso de defensa que, a todas luces, ya tenía perdido.
Disculpa el paréntesis coloquial entre mi consorte y yo, pero era necesario referirte las peripecias e impresiones al recibo de tu carta.
Pues bien, leí, clandestinamente, tu carta, ya que mi esposa, de la simbiosis entre la religión y la moral ha obtenido una metamorfosis, una quimera: la severísima religión–moral, que veda los derechos más fundamentales de la convivencia social.
Me sorprendió la persecución del lobo cazador; pero mi estupefacción alcanzó mayor altura con la descripción del ingreso a tus partes pudendas. De la emoción, hasta pensé que era yo el que penetraba tu selva virgen.
En tu carta no veo escrito, ni por asomo, los motivos que te encaminaron al engaño e irreverencia en contra mía. ¿Fue liviandad, tedio o simplemente fui muy frío en nuestro noviazgo? Contéstame.
La nueva dirección en el sobre, es la de un amigo que vive a diez cuadras de mi casa. Escríbeme a esa dirección para evitar problemas y sinsabores con mi esposa.
Con muchísimo aprecio,


J. O.

Antiguo Cuzcatlán, enero 08 de 2000

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