viernes, 2 de abril de 2010

La gran confabulación

Había que exacerbar los ánimos. Había que execrar al propio Jesús. Habría que escupirlo, flagelarlo, insultarlo, acusarlo de blasfemia y de heresiarca. Para eso estábamos la chusma, los soldados y los sumos sacerdotes.
Fuimos marionetas de la gran confabulación trazada por Dios y su ejército de ángeles, porque la Escritura se cumplió letra por letra... Y es que todo mundo quedó satisfecho con la muerte del Hijo del Carpintero.

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