Se rascan la cabeza y vuelven el rostro a buscar lo que iban a decir, como si la idea se les hubiera escondido en algún rincón, en los ojos de un compañero o arriba, donde cuelga un candil.
La muerte tiene permiso, Fondo de Cultura Económica, cuarta reimpresión, 2006, México, páginas 8 y 9.
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