Su grito, una lanza vibrante clavada en el sol de la tarde, me detuvo.
* * *
La señora Cronac, con su rostro que parecía una acartonada máscara de horror, contemplaba a su hija.
Los alacranes, Plaza & Janes, S.A., 1974, España, páginas 19 y 20, respectivamente.
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