domingo, 30 de noviembre de 2008

El padre Patricio

El monje. Fotografía: Sergio Bosco



Conocí muy poco al padre Patricio; aunque de su nombre y apellido ya eran dueños la feligresía entera desde hacía muchos años atrás. Ora se estacionaba en boca feligrés, ora llegaba a oídos de otra hermana, que comentaba con fervor los favores recibidos por aquélla de parte del religioso. Era la vox pópuli la que se encargó de divulgar sus buenas obras: una beca estudiantil por aquí, una ayuda económica por allá, el consuelo oportuno a una viuda, el colocar a un cesante en un empleo digno, aplicar la extremaunción a los enfermos,... Lo que pasa es que él aplicaba al dedillo aquella máxima: "Que tu mano izquierda no sepa lo que hagas con la derecha."
Vuelvo al punto de mi poco conocimiento sobre el padre Patricio. Mientras mucha gente lo conoció por sus obras de caridad, él entró en mi conciencia por un pequeño detalle. Era sábado veintiséis de febrero de mil novecientos noventa y cuatro, siete y media de la noche (minutos más, minutos menos, no importa), que él celebraba mis esponsales. Cuando bendijo las arras con agua bendita en la oquedad de mis manos y luego yo, quise depositarlas en las manos de María Teresa, una dos o tres quedaron pegadas en mis palmas y, presurosas, rodaron sobre el piso. Luego, él dijo: "Repitámoslo nuevamente." Y así lo hicimos, y esta vez sí, todas las arras cayeron donde debían.
Recuerdo también que, por aquellos días existía el Grupo Juvenil "San Patricio", cuyo nombre hacía alusión al patrono de Irlanda, pero más, creo, al hijo de San Jerónimo.
El melancólico canto de las cigarras penetra en el ambiente (se aproximan los días Santos) y en el corazón de la feligresía, porque precisamente hoy, Viernes de Dolores ha abandonado la vida el padre Patricio Martinozzi. El veintisés de marzo, un mes después de mis esponsales, enterramos al padre Martinozzi en la Basílica de Guadalupe. Ahí, el coro del Grupo Juvenil "San Patricio" entonó una canción muy sentida: Tú eres mi hermano del alma, realmente el amigo... La feligresía no soportaba más ese dolor y quería, quizá, con sus llantos, devolverle la vida, pero los designios de Dios son suyos y no no asiste el poder de resucitar a los muertos. No nos queda más que aceptar sus mandatos y mientras tengamos vida, recordar al padre Patricio como lo que fue: Pastor de su parroquia.
Antiguo Cuzcatlán, noviembre 11 de 2008

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