martes, 30 de noviembre de 2010

Anacrónica estación

Salamanca. Lluvia en la Plaza Mayor.
Fotografía: Juan Bosco Hernández

Cae una lluvia melancólica. Tal parece que el invierno esta aferrado a su estación y le da tanta pena marcharse, que llora muellemente tocando las puertas del tejado. Es una lluvia calma, con mucha saudade en su corazón. Nada de gritos coléricos (de chico pensaba que eran caballos galopando) desde el cielo ni los flashes que la serpiente eléctrica destelle (creía que en el cielo había boda y les sobraba tanto rollo fotográfico, que lo desperdiciaban captando imágenes de la Tierra) desde arriba, y luego, el fustazo que revienta cuando toca suelo benigno.
Nadie (ni ella misma) quiere recordar los copiosos aguaceros (culpa de las válvulas abiertas), constructores de calamidad y sembradores de cruces. No, ahora mismo quiere reconciliarse tocando con delicada lluvia, el tejado y el suelo nuestro, y pregunta: ¿Me voy o me quedo? No escucha voz alguna que le responda, pero la certeza estruja su corazón, porque sabe (y comprende) que no volverá sino hasta el año siguiente.
Del campanario, once voces nocturnas se quedan vibrando por un momento, y el viento, cómplice, las desliza sobre la techumbre de esta abigarrada ciudad. Cesa la lluvia. Es hora de dormir, y esta vez, espero que la anacrónica estación, tome las de Villadiego.




Antiguo Cuzcatlán, 17 de noviembre de 2010, 11:00 p.m.

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