El licenciado Edwin Orellana o el "Doctor" (como le dice a todo el mundo y como le decimos a él), en su alocución pronunciada en un hotel capitalino con motivo la septuagésima tercera convención del Club de Leones de Antiguo Cuscatlán.
Fue un discurso lleno de mensajes que tienen qué ver con el prójimo y de ayuda al planeta. Vale la pena leerlo, para saber cuáles son los objetivos que persigue el Club de Leones; por eso, aquí les dejo el discurso completo.
Hermanos Leones:
La Septuagésima tercera Convención
DMD Istmania denominada licenciada Zoila Milagro Navas, da pie para hacer
referencia a una persona, ícono del escrutinio político; de un ser humano que ha
hecho de la política una herramienta que
traduce su gestión en bienestar para el municipio. Persona, además que, durante
tres años consecutivos lleva la vicepresidencia del Club de Leones de Antiguo
Cuscatlán. Desde 2011, siempre ha sido el punto de apoyo, el pilar, la base en
que descansa nuestro Club.
La unión, la fuerza y la buena
voluntad son sinónimos de cordialidad y
esperanza para nuestro prójimo en momentos de desventura. Los Hermanos
Leones nos caracterizamos por ser personas llenas de locuras por servir.
Nuestra filosofía de trabajo
tiene su fundamento en tres principios evangélicos y uno de concientización al
cuido del planeta. Estos pilares son los que sostienen nuestra razón de ser y
la enumeración que haré de principio a fin, no significa que el primero sea más
importante que los otros tres.
Uno de ellos es el que se
refiere al medio ambiente. Con las campañas de reforestación pretendemos tener un planeta libre de contaminación,
inyectándole a nuestro planeta un poco de aire limpio para una mejor calidad de
vida nuestra, para intentar sanar del asma que aqueja al planeta.
El siguiente se basa en aquél
pasaje bíblico en el que Jesús, estando
en Jerusalén vecino de la alberca llamada
en hebreo Betesda y a la cual todo el mundo judío acudía porque un ángel del Señor bajaba de vez en cuando y removía el agua; y
el primero que se metía después de agitarse el agua quedaba sano de cualquier
enfermedad que tuviese. Pues resulta que allí un hombre que contaba en su espalda con
treinta y ocho años de enfermedad y que como un demonio dentro de su cuerpo no
lograba liberarse de ella. Jesús le preguntó: ¿Quieres curarte? Pero el paralítico sabía que eso era imposible, ya que cuándo él intentaba
sumergirse en las aguas curativas, otro se le había adelantado.
El Maestro, como siempre, no
pide, ordena: Levántate, toma tu camilla
y anda. Y el que quizás, toda su vida había no había sido dueño de un
andar, andó como si todo hubiese sido un mal sueño.
Así, el Club de Leones, no
cura, pero facilita su locomoción donando sillas de rueda a los necesitados. No
les devuelve el andar a los que la enfermedad ha postrado en su lecho, porque
no somos dioses para hacer milagros;
pero en cambio, damos un par de ruedas, que ayuden en gran medida a paliar el
sufrimiento de nuestros hermanos.
El otro principio al que nos
debemos como Club de Leones, es aquél en que la palabra de Dios habla a través
de San Marcos y nos cuenta que llegando Jesús a Betsaida devolvió la vista a un
ciego, imponiéndole las manos y
aplicándole un poco de saliva en los ojos. El ciego ya podía ver la luz que
tanto tiempo la vida le había negado.
Nosotros no devolvemos la vista
a las personas, pero les proporcionamos
anteojos que le ayude a superar su falta de visión.
El último pilar básico de
nuestro quehacer filosófico se basa en el milagro que Jesús hiciera al tener que alimentar a unas cinco mil
personas sólo con un haber de cinco panes y dos peces, que a fuerza de ser
sincero, era una miseria con la que contaba en ese momento; pero el Maestro,
con su gran misericordia no podía (ni debía) enviar a sus aposentos sin comer a tanta gente e hizo el milagro que
nadie esperaba: la multiplicación de los panes y los peces.
Siguiendo los pasos del Divino
Maestro, nosotros como Leones satisfacemos la necesidad de los que no tienen el
alimento material. No sé cómo le hacemos, pero multiplicamos los alimentos que
necesita el pobre, el desvalido, el que nada tiene en este mundo.
Por eso, nuestro deber es
seguir unidos como una familia, como hermanos,
bien unidos en la prosperidad y en la adversidad. Nada debe detenernos
en la sagrada misión de servir a nuestros semejantes. Debemos estar siempre
atentos a las necesidades más básicas de quién requiere nuestra ayuda y tenderle
la mano sin interés alguno. ¡Muchas
gracias!