No puedes gritar
Fotografía: Marta Aschenbecher
Si usted grita como un orate extraviado en el bosque de la China, llamando a tal o a cual persona, ya me decepcionó. Yo pensé que usted era educado, que tenía la más mínima cortesía de subir hasta la segunda planta, para decirme:
Don Zutano, tiene llamada, levante le teléfono, por favor.
¿O es que en su casa no le enseñaron una pizca de humildad y el respeto a sus semejantes? Sus gritos parecen pálidos aullidos del megáfono de un capataz de finca, que nada le debe a la educación y su única ley para hacerse obedecer es el grito. Si estudio, no me lo demuestra. Haga gala (yo sé que puede) de su humildad y no se sienta agredido por estas palabras que en usted, de seguro, no harán mella.
Una vez más le pido que no lastime mis tímpanos con esa melodía mal ejecutada; mejor póngame a Mozart, Bach, Beethoven o Ravel.
Este minúsculo escrito está dedicado (con muchísimo cariñor)
para algunos de mis compañeros (que son la mayoría),
cuya señora Educación anda por no sé donde.