Fuente de fotografía: Antiguo Cuscatlán Hoy
La niña Lucita (como era conocida) ha dejado este mundo y partió a un plano superior, que es mejor que el que dejó. Aquí, abajo, reinan la podredumbre y la hipocresía; allá arriba, el Amor y la Verdad, la Luz y el Consuelo. Deja un hondo pesar entre toda su parentela, y en los que la conocimos, un vacío inmenso.
Para no olvidarla (y siempre recordarla) habrá que seguir su ejemplo de buenísima persona perteneciente a la Legión de María y devota de San Antonio. ¿Quién le hará los rezos a este santo portugués? ¿Quién se encargará de vestir a Santa Juana para que, con belleza y galantería desfile por las calles de Antiguo Cuzcatlán? El sentido común me dice que, quién tendrá que seguir con la tradición será Eusebio, su hijo. ¡Que el fervor católico, Eusebio lo alimente como Dios manda y que el pueblo lo celebre como a la niña Lucita siempre le gustó!: acompañando a Santa Juana bajo ese sol calcinante que quema porque él no se quema. Con petardos, horchata y quesadilla.
¡Buen viaje, mamá Luz!