Fotografía: Daniela Calzia
Érase una vez un camino lleno de guijas, de cardos y de espinas. Se sentía, como sendero, inútil, pues no conducía a nadie a nada bueno: el que decidía cruzarlo salía con los pies lastimados, con cardenales y punzones. Entonces, el camino le dijo a Dios: ¡Señor, quítame estas guijas, estos cardos y estas espinas! Quiero ser un camino limpio y conducir a puerto seguro al que por aquí transite.
El Señor quitó los obstáculos del camino y limpio quedó el sendero. Ahora el camino está plantado de rosas, hortensias, dalias, mirtos, claveles y se aspira un aire saturado de azahar. El transeúnte puede marchar en paz y salir del camino sin ningún rasguño.
* * *
Dios habitó en el corazón del ser humano, y el ser humano se complació en Él y sintió que era bueno. Y Dios, también se complació en el ser humano y éste le agradeció, orándole así: Gracias, Señor, por habitar en mí y ser mi fuerza, mi pan y mi refugio. Ayer tenía miedo de caer en el abismo y de pasar por el sendero plantado de púas, pero ya no le temo más.
Y el Señor le contestó: Tienes que ser como un roble; confía en Mí y vencerás tus miedos. Tú eres mi más perfecta creación y eres capaz de superar las más imposibles pruebas de la vida.
Y el Señor le contestó: Tienes que ser como un roble; confía en Mí y vencerás tus miedos. Tú eres mi más perfecta creación y eres capaz de superar las más imposibles pruebas de la vida.